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Córdoba y Medina Azahara


Fecha del viaje: Noviembre de 2019

Este fue un viaje de fin de semana, de los que nos gusta hacer de vez en cuando. Por lo general, en vez de salir el Viernes, lo que hacemos es salir el Sábado muy temprano, especialmente en la época fria del año, en que hay menos horas de luz y no merece mucho la pena llegar a destino el Viernes ya con noche cerrada para pagar a lo tonto una noche más de hotel.

El plan del viaje era visitar primero las ruinas de Medina Azahara, y dedicar el resto del fin de semana a Córdoba. Con esta idea, salimos muy temprano el Sábado (como a las 6 de la mañana), de manera que Inés va dormida casi todo el tiempo y no se le hace pesado el viaje (ni a ella, ni por lo tanto a nosotros tampoco jeje).

Cuando se despierta, sobre las 9:30, lo que hacemos es parar en algún sitio de carretera a meternos el desayuno de los campeones, a base de tostadas con aceite, tomate y jamón, y un buen zumo de naranja. Estas cosas también forman parte de la magia de viajar. De hecho, Inés ha llegado a valorarlo tanto que ahora que es más mayor, quiere que salgamos bien temprano pensando ya en el super desayuno que nos espera.

De esta manera llegamos a Medina Azahara sobre las 11 de la mañana, una hora perfecta para disfrutar de la antigua ciudad califal.

¿Y qué es Medina Azahara?

Pues en su día, fue una ciudad mandada construir por el califa Abderramán III en el siglo X como nueva capital del califato de Al Andalus, y residencia oficial de su gobierno. Empezó a construirse en el año 936, y tuvo una vida muy breve, pues a raíz de la guerra civil que asoló el califato tras la muerte de Almanzor, en 1002, fue destruída y saqueada. Sus materiales se usaron como cantera improvisada para otros edificios, y poco a poco se fue perdiendo hasta no quedar casi nada.

Hasta tal punto desapareció, que no quedó ni su recuerdo, ya que a este terreno donde aún asomaban sobre la superficie restos de piedras y sillares, se le llamó durante siglos "Córdoba la vieja", pensando que eran los restos de la Córdoba primitiva fundada por los romanos. No fue hasta el siglo XIX que empezaron las excavaciones y se supo que en realidad aquí estaban los restos de la que había sido la más fastuosa y embriagadora ciudad de su época (No en vano, su nombre significa "ciudad resplandeciente").

Resulta muy evocador pasear por estas ruinas, dejando volar la imaginación, como si nos trasladase a los cuentos de las mil y una noches, o ver aparecer a Aladino montado en su alfombra voladora.

Podéis consultar información sobre el horario y precio de las entradas aquí.

Recomendaciones importantes

  • Si solo puedes ver una cosa en Córdoba, que sea la mezquita-catedral. No lo valoramos lo suficiente, pero es un monumento auténticamente único en el mundo. Por mi experiencia, por la tarde hay menos gente.
  • El hotel Experia Córdoba tiene posiblemente las mejores vistas de la ciudad, especialmente desde su azotea con piscina de temporada.
  • Medina Azahara está muy bien, pero yo me informaría antes de ir de si está abierto el "Salón rico", que es con mucho la parte más espectacular. Si está cerrada, lo dejaría para otra ocasión.

Día 1

Nada más entrar, estás en la parte superior, desde donde tienes una vista general del complejo. Desde allí vas bajando para internarte en el laberinto de callejuelas y edificios del recinto palatino. Pero antes de eso, puedes ver un audiovisual muy interesante donde te explican de forma muy gráfica y entretenida como fue todo el proceso de construcción y uso de la ciudad, hasta su destrucción final. Inés estuvo muy atenta todo el tiempo

Lamentablemente, el llamado "Salón Rico", que es la parte principal de la ciudad, estaba cerrada por obras. Esta era la sala de audiencias del califa, y era por tanto la más lujosa de todas, ya que se trataba de impresionar a los diplomáticos y mandatarios extranjeros que la visitaban. Lo que se ve hoy es una reconstrucción en la que se han utilizado todos los restos de arcos, yeserías, columnas originales, etc que se han podido recuperar.

Y por fin en Córdoba

Y después de pasear durante un rato por las distintas estancias y edificios, dimos por terminada la visita y pusimos rumbo a Córdoba. Fuimos directamente hasta nuestro hotel, y después de instalarnos, como ya era mediodía, decidimos comer en un restaurante que estaba al lado antes de sumergirnos en la mágica ciudad de Córdoba.

Nuestro hotel en la ciudad fue el Hesperia Córdoba. Una fantástica elección por varios motivos. Primero, su ubicación, justo en la orilla del Guadalquivir, con las mejores vistas de la ciudad, que es el encuadre del puente romano con la mezquita-catedral detrás (ver foto más abajo). Estás a un paseo de 3 o 4 minutos del puente romano. Y además su accesibilidad en coche, ya que se puede aparcar en la zona (o en el propio hotel, que tiene parking de pago). Además tiene una azotea de libre acceso desde donde se tienen las mejores vistas de la ciudad, y si vais en los meses centrales del año, en la azotea hay una piscina de temporada. Cuando fuimos nosotros estaba lógicamente cerrada, pero tiene que ser una pasada darse un chapuzón con esas vistas.

El desayuno es un buffet bastante bueno, acorde a la calidad general del hotel. En resumen, inmejorable, en nuestra opinión. Aquí tenéis el link de booking del hotel por si queréis echarle un vistazo.

Una vez comidos, llegó el momento tan deseado de adentrarnos en la ciudad. Después de conocer Medina Azahara, nuestras mentes estaban ansiosas por conocer la auténtica capital califal, y sobre todo, su impresionante mezquita.

El paseo hasta el puente romano es corto y muy agradable, con unas vistas estupendas en todo momento. En este mapa de abajo podéis ver señalada la situación del hotel, muy cerquita del puente y el casco histórico de la ciudad.

Y aquí abajo, un par de fotos. A la izquierda, la vista que disfrutamos en el paseo desde el hotel al puente romano, y a la derecha, una vez atravesado el puente, parte de la fachada de la mezquita. Realmente evocadora esa puerta, parece que va a abrirse en cualquier momento y va a asomarse por ella el gran visir Jafar, de Aladino. Es la puerta de San Esteban, y es la más antigua de toda la mezquita.

Una vez junto a la gran mezquita-catedral, teníamos claro que el siguiente hito del día sería visitarla por dentro. Si había una cosa de Córdoba que no queríamos perdernos por nada del mundo, era este edificio.

¿Y por qué es tan increíble la mezquita de Córdoba?

La mezquita es, realmente, un monumento único en el mundo, no hay otro parecido en el mundo entero. Y lo es por varias razones:

Una, es que es la mezquita monumental de época califal mejor conservada del mundo (con permiso de la de Damasco, que también hemos visitado y hablaré de ella en otro artículo)

Dos, que en el siglo XVI se construyó una catedral de estilo renacentista en su interior, pero respetando el resto de elementos de la mezquita. Esa mezcla de dos templos de diferentes religiones fusionados en uno solo, hace que no tenga otro igual en el mundo.

Esta mezquita fue comenzada a construír en el año 756 por Abderramán I, y aunque parezca increíble, para los medios de la época, se terminó de levantar en dos años. Esa rapidez es debida a que se usaron miles de elementos (sillares de piedra, capiteles y columnas sobre todo) de otros edificios romanos y visigodos.

No es la mezquita más antigua del mundo, ya que ese honor la tiene la de Al-Aqsa, en Jerusalén. Sobre esa mezquita hablé en el artículo sobre nuestro viaje a esa ciudad

Para consultar el precio de las entradas y los horarios, podeís hacerlo en la web oficial, aquí

Una vez sacadas las entradas, pasamos a su interior, el famoso bosque de columnas. Es realmente increíble, está perfectamente conservado, como si retrocediésemos en un segundo al siglo VIII. Hay que cerrar los ojos e intentar imaginar como era en esa época, con el suelo cubierto de alfombras y una iluminación tenue a base de lámparas de aceite colgadas del techo. Todo lo demás, era como lo veis ahora.

La sala de oración, o Haram, que es como se llama realmente este bosque de columnas, conserva actualmente unas 850 columnas originales, de las aproximadamente 1300 que llegó a tener (se perdieron básicamente las que ocupaban el lugar de la catedral). Todas esas columnas, o la mayoría, proceden del expolio de edificios romanos de Córdoba, que debieron quedar reducidos a la nada. Abajo podéis ver algunas fotos de esta zona. Los arcos bicolores, con dovelas alternadas rojas y blancas, crean una atmósfera hipnótica que nos traslada en el tiempo muchos siglos atrás...

Hay que decir que cuando fuimos nosotros, un Sábado de Noviembre por la tarde, no había mucha gente y se podía hacer la visita perfectamente sin ningún tipo de agobio, como veis en las fotos.

En las fotos de abajo, podéis ver el Mihrab, la parte más espectacular de la mezquita (si es que aún puede haber algo más espectacular) ¿Y qué es el Mihrab? Es la parte más sagrada de las mezquitas, está situado en el muro de la qibla, que es el muro orientado en dirección a La Meca. Por lo general es un nicho en la pared que señala la dirección en la que los fieles deben rezar, pero en esta mezquita es una auténtica obra de arte.

Es accesible a través de un arco de herradura profundamente decorado. Detrás de este arco se encuentra una pequeña cámara abovedada, donde sólo el imán (líder de la oración) entraba para guiar a los fieles.

Está ricamente decorado con mosaicos de vivos colores en tonos dorados, azules y verdes. Estos mosaicos, al parecer, fueron creados por artesanos bizantinos enviados por el emperador de Constantinopla. La decoración de mosaicos incluye intrincados patrones geométricos y caligrafía árabe que presenta versículos del Corán y elogios a Dios.

Todo esto lo convierte en algo único en el mundo, que podemos admirar en un estado perfecto de conservación

Y del Mihrab, llegamos a la catedral renacentista, que está situada en el centro del bosque de columnas. La verdad, es que resulta increíble la armonía de la zona de encuentro entre los dos templos, da la impresión de que desde un principio fuese diseñado e imaginado todo el edificio de esta manera.

En realidad, la construcción de esta catedral cristiana supuso algo traumático para la mezquita, ya que una parte de la sala de oración tuvo que ser destruída. De hecho, cuando el emperador Carlos V fue Córdoba y visitó las obras, lamentó haber dado permiso para que se hiciese tal obra, y se dice que le dijo al obispo "Habéis destruído lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes".

Aquí podéis ver unas fotos de esta parte.

Y de aquí, después de dar otra vuelta por la sala de oración y el Mihrab, que es que no se cansa uno de admirarlo, salimos al patio de los naranjos para subir al antiguo minarete o campanario, donde las vistas prometían ser fantásticas. Inés como siempre, sin soltar a su bebé, la primera, marcando el ritmo y sin protestar ni una vez.

Y una vez arriba, como era de esperar, las vistas no decepcionan. A nuestros pies, toda la ciudad de Córdoba, con sus paredes encaladas y los tejados rojizos. Y señoreando sobre toda la ciudad, la enorme y elegante mole de la mezquita-catedral, prueba viviente durante siglos de la convivencia entre las dos religiones que un día marcaron los designios de esta ciudad.

A esta hora de la tarde, la luz era magnífica, y no encontrábamos el momento de bajar para seguir explorando la ciudad.

Y por fin acabamos bajando. Antes de alejarnos de la mezquita, estuvimos un rato admirando las diferentes puertas de la época califal, a cada cual más bonita y evocadora. Por momentos no sabemos si seguimos en Córdoba o hemos llegado a Damasco sobre nuestra alfombra voladora.

El día se acababa... los últimos momentos de luz los usamos en pasear por la ciudad. Fuimos hacia el Norte, Inés se quedó dormida al minuto de sentarse en su silla, en cuanto bajamos del campanario. Pasamos por la plaza de Jerónimo Páez, una plaza muy bonita donde está el museo arqueológico, situado en un palacio renacentista, que además estaba abierto aún.

No nos lo pensamos dos veces y entramos a verlo, hay restos muy interesantes, sobre todo de origen romano. Con Inés dormida, lo vimos tranquilamente, y al salir, nos sentamos a tomar una cerveza en la terraza de la plaza.

Continuamos el paseo, y llegamos a la plaza del ayuntamiento, donde están los restos del templo romano. Estos restos fueron encontrados en 1951 durante la ampliación del ayuntamiento, se encontraron capiteles y partes de fustes de columnas, que se han puesto en valor reconstruyendo el templo de la mejor manera posible.

Desde allí, seguimos subiendo y llegamos hasta la plaza del Cristo de los faroles, que justo en ese momento del día, con las últimas luces del atardecer y la propia iluminación de la plaza, parecía un lugar mágico (ayudaba el hecho de que estaba vacía).

Eso fue lo más lejos que llegamos, desde allí fuimos bajando hasta cruzar el puente romano, y cenar en un restaurante con terraza muy chulo que había justo al lado del extremo del puente, junto a la torre de La Calahorra. El sitio se llama justamente así, "La Calahorra", y es muy recomendable. Tuvimos que despertar a Inés para que cenase algo, y desde allí ya en un corto paseo, nos fuimos a dormir.

Día 2

Cuando se está de viaje, no hay como empezar el día con un buen desayuno buffet. Nada puede salir mal cuando se empieza el día así. No siempre nos lo podemos permitir, pero esta fue una de esas ocasiones en que sí, empezamos el día de la mejor manera posible.

Nos levantamos temprano, por que sólo disponíamos de la mañana para seguir disfrutando de Córdoba. Por la tarde había que volver a casa, y era un largo viaje. Lo primero fue subir a la azotea del hotel, a disfrutar de la vista que había desde allí, como podeis ver en la foto de abajo a la izquierda.

Luego, repetimos el paseo del día anterior junto al rio hasta llegar al puente romano, que volvimos a atravesar. Con la luz de la mañana salen muy buenas fotos desde allí, incluyendo la torre de la Calahorra. Esta torre es de origen islámico, y se construyó en el siglo XII para defender el acceso a la ciudad desde el puente, que era la única forma de acceso desde el Sur.

Una vez cruzado el puente, nos internamos en el barrio de la judería, situada al Oeste de la mezquita. Pasamos por el museo taurino (foto de la derecha) aunque no entramos en él. A Inés le gustaron mucho las esculturas del monumento a los cuidadores de los patios. Una especie de homenaje de la ciudad a todas las personas que durante siglos han hecho esta labor, y que gracias a ellos los patios cordobeses fueron declarados "Patrimonio inmaterial de la humanidad".

Este monumento simboliza el pasado y el futuro de esta tradición, con el abuelo pasándole una planta al niño.

Continuando por la calle Averroes, que recorre toda la judería, pasamos por la plaza de Maimónides (foto de la izquierda) hasta llegar a la sinagoga de Córdoba, que es una de las pocas que se conservan en España, y resulta ser el segundo monumento más visitado de la ciudad. Eso se nota, por que estaba bastante llena de gente, además de que es pequeña y no hace falta mucho público para que se llene.

La foto de la derecha es la puerta de Almodóvar de la muralla de Córdoba, donde llegamos después de visitar la sinagoga. Está justo al final de la calle y es la entrada (o salida) de la judería.

Esta sinagoga fue construída en 1315, y es una de las tres únicas sinagogas medievales que perduran en España, junto con las dos que hay en Toledo (Santa María la Blanca y la del Tránsito).

Cuando los judios fueron expulsados de España en 1492, fue consagrada como iglesia, y con el paso del tiempo llegó a tener otros usos. Fue redescubierta en 1885 debido a unas obras de restauración. Al retirar capas de yeso de las paredes, quedaron expuestas las decoraciones en yeserías mudéjares con inscripciones en hebreo y motivos geométricos, que permitieron identificar el edificio como una antigua sinagoga. Ese mismo año fue declarada monumento nacional.

Las fotos de abajo son en el tramo de muralla que está nada más salir de la judería por la puerta de Almodóvar. Esta puerta es la única que ha llegado hasta la actualidad de las puertas originales de la muralla califal, aunque con añadidos cristianos del siglo XIV. Es por lo tanto la más antigua de las puertas de la muralla de Córdoba. Desde allí volvimos a la plaza de la mezquita, y volvimos a cruzar el rio, ya que Inés estaba pidiendo ir a un parque, y justo en la zona de la torre de la Calahorra hay uno muy chulo, al lado del rio.

Al llegar allí, resulta que había una persona que había instalado un chiringuito para que los niños (y no tan niños) hiciesen pompas de jabón, pagando sólo la voluntad. Eso volvió loca a Inés, sin duda lo mejor de Córdoba para ella. Imposible salir de allí, así que echamos el resto de tiempo que nos quedaba hasta la hora de comer jugando a hacer pompas, que por otra parte, fue realmente diverido.

Y una vez nos hartamos de hacer pompas de todas las formas y tamaños, llegó la hora de comer. Repetimos en el sitio donde cenamos la noche anterior, que nos gustó, y estaba justo al lado. Luego, a por las maletas al hotel, y al coche, que teníamos por delante algo más de 4 horas de ruta hasta casa.

Con Inés, siempre emprendemos la vuelta justo después de comer, por que de esa manera se queda frita nada más salir, y duerme una siesta de más de dos horas, incluso tres.

Y esto es lo que dio de sí el fin de semana en Córdoba, que no quiere decir que lo viésemos todo... se nos quedaron cosas muy interesantes por ver, que tendrá que ser en otro viaje. Una de las más importantes sin duda es el Alcázar de los Reyes Cristianos, una visita imprescindible, pero que no hubo manera de encajar en nuestra agenda. Se trata de la fortaleza construída por los reyes cristianos a partir del siglo XIII sobre las ruinas de la antigua fortaleza Omeya. Con esta excepción, este viaje a Córdoba creo que resultó bastante completo.


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