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Éfeso


Fecha del viaje: Octubre de 2013

Esta excursión forma parte de un viaje de seis días a Turquía. Los dos primeros días los habíamos dedicado a la fabulosa ciudad de Estambul, y el tercer día, bien temprano por la mañana, cogimos un vuelo hacia Esmirna, en la costa del mar Egeo. Allí nos estaba esperando un coche de alquiler para una ruta de cuatro días por esta zona de Turquía.

Recomendaciones importantes

  • En la medida de lo posible, intentad evitar la temporada de cruceros, que es cuando más gente se junta aquí, y hace más calor. Y si vais en un crucero, haced la visita por vuestra cuenta, intentando evitar los horarios de los cruceros. En mi experiencia, en Octubre no había mucha gente (tampoco lo vimos solos), y sobre todo, ya por la tarde, hacia la hora de cierre, hubo un rato que estábamos prácticamente solos.
  • Además de las ruinas de la ciudad en sí, no dejéis de entrar en la zona de las casas de la colina, al lado de la biblioteca de Celso. Se paga una entrada adicional, pero merece mucho la pena.
  • Según la época que vayáis, llevad agua y sombrero, puede llegar a hacer mucho calor. En la entrada (la principal al menos) venden agua y demás bebidas, en el interior del recinto no recuerdo haber visto fuentes. En Octubre se estaba bien, para ir en manga corta, pero sin asarse de calor.
  • Éfeso no se limita solo a las ruinas de la ciudad greco-romana. Tenéis también muy cerca, a unos 3km, la mezquita de Isa Bey, las ruinas de la basílica de San Juan, la fortaleza de Ayasuluk y el terreno donde estaba el templo de Artemisa, una de las siete maravillas de la antiguedad.

El vuelo fue rápido, una hora de nada. Nada más llegar, fuimos a por nuestro coche de alquiler, y emprendimos la ruta. Enseguida nos dimos cuenta de que conducir por Turquía iba a ser muy sencillo. La ruta hasta Éfeso es de unos 50 minutos, y la carretera es muy buena (autovía gran parte) y está todo muy bien señalizado. Ibamos sin gps, y no tuvimos ningún problema en llegar a Éfeso sin novedad.

Dejamos el coche en el aparcamiento, y desde ahí entras en una zona de puestos de souvenirs y restaurantes variados. Lo han cubierto con grandes toldos y hay bastantes sombras. A todo esto hay que decir que nosotros fuimos a mediados de Octubre, y hacía un poco de calor. No un calor de esos que te derriten los sesos, pero calor. Esto en verano tiene que ser un horno.

Antes de entrar nos sentamos en un puesto a tomarnos unos zumos de naranja recién exprimidos, y además nos compramos una bolsa de higos para el camino. Que buena manera de empezar la visita... Éfeso tiene dos entradas, una en la parte inferior (la principal), fácilmente reconocible por que está junto al gran teatro, y otra en el otro extremo, en la parte superior de la ciudad. Nosotros entramos por la inferior.

Abajo podéis ver un plano esquemático del lugar. A la izquierda se puede ver el teatro y la gran vía que conducía al puerto. Ahí es donde está la entrada principal o inferior, por donde entramos nosotros. A la derecha del plano, en el otro extremo, un poco más allá del odeón, está la otra entrada.

Y aquí abajo, un dibujo con más detalle del plano de la ciudad, mostrando los principales monumentos.

Nada más entrar, ves a poca distancia la inmensa mole del teatro (foto de abajo a la izquierda), y desde ahí mismo, el arranque de la gran avenida que llevaba al puerto (abajo a la derecha). El puerto ya no existe, ahora la línea de costa está más lejos.

Esa fue una de las principales razones del declive de Éfeso y su posterior abandono. Llegó a ser una de las principales ciudades de la antiguedad en Asia Menor (actual Turquía), y en gran parte se lo debía a su activo y transitado puerto.

Este puerto estaba situado en una bahía, donde desemboca el rio Menderes. Este rio, durante siglos ha ido depositando en esa bahía toneladas de sedimentos en forma de lodos y arena que transporta desde las montañas del interior. Toda esa cantidad ingente de material, con el paso del tiempo ha ido colmatando la bahía, de tal manera que hoy en día, el mar queda a unos 6 km de Éfeso (nada menos, increible la cantidad de material que ha transportado el rio en 2000 años).

Esos problemas ya aparecieron en época romana, y se organizaron grandes proyectos para el dragado del puerto, pero no se puede vencer a la Naturaleza. La cantidad de sedimentos que llevaba el rio era demasiado grande como para poder contrarrestarlo. En el siglo I d.C., cuando San Pablo visitó Éfeso, aún tenía puerto. Pero ya entonces empezaban los problemas con el sedimento.

Abajo más fotos en el teatro, que es realmente grande y se ha conservado en gran medida, al menos toda la zona del graderio. Abajo a la derecha, desde la grada hay una buena vista de la gran avenida del puerto. Parece mentira que hace 2000 años, el mar llegase hasta allí mismo, al final de esa vía, y donde ahora solo se ve campo, hubiese un bullicioso puerto con un mar azul de fondo.

Abajo a la derecha, fotos de antes de la reconstrucción del teatro, en contraposición con fotos actuales. Como se puede ver, el teatro estaba totalmente cubierto por toneladas de sedimentos y vegetación. Han tenido que hacer un trabajo enorme para volver a ponerlo en valor y que luzca como lo vemos actualmente.

Para información sobre precio, horarios y demás, podéis pinchar aquí, en la web oficial de Éfeso. Veo que ahora, en 2025, cuesta 40 eurazos la entrada. Es increible lo que ha subido el precio de las entradas en general en los últimos años.

Abajo, un par de fotos en la zona inferior, en el escenario. Este teatro aún tiene rincones inexplorados que hacen que te sientas un auténtico Indiana Jones.

Y desde el teatro, cogimos la avenida de los mármoles (llamada así por que está pavimentada con grandes losas de mármol que aún se conservan), que va junto al ágora, en dirección al monumento más famoso de Éfeso, la biblioteca de Celso.

En la foto de abajo a la izquierda, en plena avenida. El largo muro a la derecha delimita el recinto del ágora. En la foto de la derecha, en una especie de mirador en la avenida, se puede ver el enorme espacio del ágora, del que aún quedan unas cuantas columnas, y al fondo sobresale el edificio de la biblioteca de Celso.

Para que os hagáis mejor a la idea de dónde estamos, abajo podéis ver una reconstrucción de cómo era de forma aproximada la ciudad. Podéis ver el teatro, la avenida del puerto que sale recta hacia la izquierda, y en perpendicular a ésta, hacia abajo, la avenida de los mármoles.

Pegado a esta avenida, a su izquierda, un enorme cuadrilátero porticado, que es el ágora. Este espacio, en una ciudad griega, era más o menos el equivalente al foro romano (Éfeso comenzó siendo una ciudad griega antes de ser anexionada por Roma), es decir, un espacio público que era el centro de la vida comercial, política y religiosa de la ciudad. Como la plaza mayor, vaya.

La antigua ciudad de Éfeso fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2015. La ciudad ya era vieja cuando cayó en poder de Roma. Fue fundada seguramente en el siglo VIII a.C., al parecer por Androclo, hijo del rey de Atenas Codro, que fue enviado por su padre para conquistar y fundar colonias en Jonia (la costa del Egeo de la actual Turquía).

Fue ciudad independiente, sometida por los persas por temporadas, atacada por espartanos, liberada por Alejandro Magno... tuvo una historia muy intensa. Por sus calles han paseado el propio Alejandro Magno, Marco Antonio y Cleopatra, Julio César, San Juan, San Pablo (ambos vivieron aquí varios años), el general cartaginés Anibal... y unos cuantos reyes y príncipes más.

Sin duda fue bajo gobierno romano cuando consiguió su máximo esplendor, y se construyeron la inmensa mayoría de los edificios que podemos contemplar hoy. Los romanos le dieron la importancia que se merecía, y la convirtieron en uno de los puertos más importantes de Asia Menor. Fruto de todo ese comercio y actividad, la ciudad creció y se vistió de mármol.

Uno de los edificios que se construyeron en esa época, pegado a una de las esquinas del ágora, fue la biblioteca de Celso. Uno de los iconos actuales de la ciudad, y el punto hacia donde nos llevaba el paseo por la avenida de los mármoles. Abajo podéis ver unas fotos de este espectacular edificio.

La verdad es que el encuadre desde aquí, con la espectacular fachada y las puertas monumentales de la derecha que comunican con el ágora, es una de las vistas más bonitas de todo el mundo arqueológico romano. Nosotro fuimos en un día laborable en Octubre, y gracias a eso pudimos disfrutar de estas vistas con muy poca gente. No es que estuviésemos solos, pero había la suficiente poca gente como para poder sacar buenas fotos sin que saliera apenas nadie, incluso a veces, nadie en absoluto.

Yo evitaría en lo posible venir aquí en verano, cuando sobre todo por los cruceros, esto se tiene que poner de gente hasta la bandera, además del calor sofocante que debe hacer. Abajo, más fotos en la zona de la biblioteca. Para quien le guste la fotografía, este sitio tiene posibilidades infinitas.

Este edificio fue construído en torno a los años 114 - 120 d.C., y su promotor (el que pagó las facturas) fue el cónsul Tiberio Julio Áquila, que lo hizo en honor de su padre, que fue cónsul antes que él, y se llamaba Tiberio Julio Celso (de ahí el nombre de la biblioteca). En otras fuentes se puede leer que fue el padre el que concibió el proyecto, y su hijo lo continuó cuando murió su progenitor.

La biblioteca fue construida para almacenar 12 000 rollos y para servir como tumba monumental de Celso. Era poco habitual que alguien se hiciera enterrar en una biblioteca o incluso dentro de los límites de una ciudad, lo cual fue un honor especial para Celso. Con él se hizo una excepción, ya que fue gobernador de Asia y un gran benefactor de la ciudad. A día de hoy, Celso sigue enterrado en una cripta debajo de la biblioteca, en un sarcófago de mármol decorado.

El sarcófago fue colocado dentro de una cámara funeraria abovedada, directamente bajo el ábside de la biblioteca. Lamentablemente, esa cripta no es visitable, solo se accede en excavaciones arqueológicas. Esta biblioteca era la tercera más grande del mundo antiguo, después de la de Alejandría y la de Pérgamo.

Arriba a la derecha, la parte interior de la fachada, donde se puede ver la reconstrucción moderna con sillares nuevos, y en la parte exterior han ido acoplando todas las piezas originales recuperadas.

Mucha gente piensa que esta fachada, al igual que otros muchos monumentos de la época romana (ya lo vimos por ejemplo, con el teatro romano de Mérida) realmente han sobrevivido al paso de los siglos en pie, tal y como lo pueden ver hoy día. Lamentablemente, no es así.

Esta biblioteca se mantuvo en buen estado algo más de un siglo desde que fue construída. Después, en el año 262 d.C. la ciudad tuvo su "anno horribilis". Primero fue un gran terremoto que destruyó al menos en parte bastantes de los edificios de la ciudad. Luego, ese mismo año, aprovechando la debilidad de la ciudad y la debilidad política que atravesaba el imperio romano, los godos saquearon e incendiaron la ciudad.

El resultado fue que todos los rollos manuscritos que se guardaban se perdieron, y el edificio quedó en estado ruinoso. La fachada, al parecer, se mantuvo en pie, y fue aprovechada como ninfeo (fuente monumental) con algunos arreglos. Eso duró hasta el siglo X en el que otro terremoto (el gran enemigo de la arquitectura romana) acabó por derribar la fachada.

Debido a los terremotos y la colmatación del puerto, en esa época, la ciudad ya debía de estar abandonada, o casi totalmente abandonada, por que esos restos ni siquiera fueron aprovechados como cantera para otros edificios, como era habitual. Los cientos de trozos de piedras quedaron esparcidos como un gigantesco rompecabezas, y se fueron cubriendo de sedimentos con el paso de los siglos, hasta su descubrimiento a principios del siglo XX.

Fue entre 1903 y 1904 cuando arqueólogos austríacos desenterraron los restos, y quedaron almacenados en diferentes sitios, durmiendo un sueño de décadas, hasta que entre 1970 y 1978 el arqueólogo alemán Volker Michael Strocka dirigió una campaña de reconstrucción, con el resultado que podemos ver hoy día.

Aquí abajo podéis ver dos fotos de como estaba la biblioteca antes de su reconstrucción. Por suerte, se conservaban suficientes piezas originales como para poder montar algo que, si no te lo dicen, es fácil creer que lleva así, en pie, toda la vida.

En la foto de la derecha se puede ver una especie de friso gigante esculpido, que está más o menos donde está la escalinata ahora. Eso apareció en las excavaciones, y ahora esas piezas están en diferentes museos. Eran piezas que seguramente estaban en la parte superior de la biblioteca, y cayeron al suelo en el terremoto del año 262. Después, cuando la fachada se aprovechó como ninfeo, se usaron esas piezas para hacer la "piscina" que contenía el agua de la fuente.

Más fotos en la biblioteca y las grandes puertas monumentales que dan al ágora, también reconstruídas en gran parte.

Desde la biblioteca, dimos una vuelta por el agora, justo al otro lado de los arcos monumentales, que no tiene mucho, y fuimos a la zona que queda enfrente de la fachada de la biblioteca. Allí hay unas letrinas públicas que se conservan bastante bien, con gran parte de los asientos de mármol. Por abajo había una cloaca con agua corriente permanentemente que se llevaba las aguas sucias fuera de la ciudad.

Muchas ciudades europeas no tuvieron algo así hasta bien entrado el siglo XIX. En Madrid por ejemplo, hasta el siglo XVII, y seguramente más adelante también, las aguas sucias se arrojaban por la ventana al grito de "¡Agua va!".

Desde aquí comenzamos la subida de la calle principal, que cuesta arriba se dirige hacia la otra entrada del recinto. Nada más empezar la subida, a la derecha, hay como un complejo arqueológico cerrado y techado. Miramos a ver, y resulta que son unas excavaciones de un barrio de la ciudad, las llamadas "casas de la colina".

Para acceder hay que pagar una entrada aparte, y decidimos entrar. En buena hora lo decidimos, nos gustó muchísimo. Para información sobre precios y horarios de esto, podéis pinchar aquí, en la web oficial de las casas de la colina de Éfeso. El precio son 15 euros, que hay que sumar a los 40 que cuesta la entrada a Éfeso.

De hecho, diría que son los mejores ejemplos de casas romanas que he visto nunca, sin contar claro Pompeya y Herculano. Si venís a Éfeso, no os perdáis esto por nada del mundo. Este era un barrio rico, donde vivía la élite romana de la ciudad. Son casas muy lujosas, con suelos de mosaico, frescos en las paredes, patios, agua corriente en las casas fria y caliente, letrinas conectadas con la alcantarilla de la ciudad... No tenían mucho que envidiar a una casa del siglo XXI, pero esto fue hace 2000 años.

Con la caída de la civilización romana, todo eso desapareció, y las sociedades humanas no volvieron a conocer algo así hasta casi 2000 años después.

Aquí abajo, fotos de una de las casas excavadas y reconstruídas, con un magnífico patio central que articulaba la casa, y los suelos cubiertos con mosaicos. Estas viviendas datan de los siglos I y II, en el momento de mayor esplendor de la ciudad, y se siguieron usando como viviendas posiblemente hasta bien entrado el imperio bizantino, siglo VI o VII, en el que los terremotos y el declive general de la ciudad, hicieron que fuesen abandonadas, seguramente cuando ya muchas eran una ruina.

Abajo, fotos de otra de las casas, igual de lujosa y amplia que la anterior. La visita está muy bien montada, con pasarelas acristaladas que te llevan por todo el complejo y te permiten observar cada detalle.

En la foto de abajo a la derecha, se ve en una esquina la tubería de arcilla, embutida dentro de la pared, por donde transcurría el agua caliente para la calefacción o el agua corriente, algo que con la caída de la civilización romana, la humanidad no volvería a tener hasta más de 1000 años después. Más abajo, una flamante mesa de mármol sobre un suelo enlosado con el mismo material.

La verdad es que disfrutamos mucho con esta visita de las casas de la colina, es una inmersión profunda y muy cercana a la vida cotidiana de los romanos. La mayor parte de las veces que se visita una antigua ciudad romana, lo que se ve son restos de templos, teatros, termas... edificios públicos en suma.

Poder ver las casas de los ciudadanos romanos (con un cierto nivel de conservación, claro), contemplarlas y poder imaginar como vivían, es algo que yo sólo he visto en Pompeya, Herculano, y aquí en Éfeso. Y las excavaciones continúan en la zona. Esta visita fue en 2013, posiblemente hoy haya alguna casa más incluída en la visita.

Una vez acabada esta visita, seguimos con nuestro paseo por Éfeso, subiendo la calle que lleva hasta la otra entrada. Justo enfrente de las casas de la colina tenemos el templo de Adriano, en un estado de conservación bastante decente, como se puede ver en la foto de abajo.

Siguiendo la calle hacia arriba, llegamos a la puerta de Hércules, marcada con dos grandes pilares tallados. Originalmente, era una estructura con varias columnas y dos niveles de altura, que forzaba un estrechamiento de la calzada para impedir el paso de carros hacia arriba. Era una forma de convertir en peatonal la calle a partir de este punto, donde comenzaba un barrio con funciones más políticas, donde estaba el odeón y otro ágora.

Desde aquí hay buenas vistas hacia abajo, la zona de la que veníamos, con la gran avenida y la biblioteca de Celso al fondo. Abajo, varias fotos de la puerta, sacadas unas desde arriba y otras desde abajo.

Pasada la puerta de Hércules, seguimos subiendo un poco hasta llegar a una zona con más densidad de ruinas donde estaban unos baños públicos, un ágora, algún templo, y el edificio que más destaca por su estado de conservación, el odeón, que viene a ser un teatro en versión pequeña, pensado para actos más privados o políticos.

Por un lado se celebraban aquí conciertos y recitales musicales, aprovechando su excelente acústica, y también servía para las reuniones del concejo local, donde se debatían temas administrativos y judiciales.

Esta parte de la ciudad ya está junto a la otra entrada del recinto de Éfeso, y marca el final de la visita. Estuvimos un rato por allí haciendo algunas fotos, especialmente en el odeón, por que es sin duda lo mejor conservado en esta zona. La verdad es que quedan muchas piedras enormes por allí, y con un poco de imaginación, como podéis ver más abajo, se pueden hacer fotos muy chulas, sacando toda la magia que aún le queda a este fantástico lugar.

Después de un rato de hacer volar nuestra imaginación, volvimos sobre nuestro pasos, volviendo a recorrer la calle principal cuesta abajo, hasta la biblioteca, y después la avenida de los mármoles hasta el teatro y la salida. Aún nos hicimos una última foto en la avenida que va al puerto, con el teatro al fondo.

Como se puede ver en la última foto de arriba, nos habíamos quedado solos. Apuramos en Éfeso hasta la hora de cierre, y la verdad es que es cuando mejor se estaba. Este puede ser un buen truco para ver estas ruinas lo más solos posible, aguantar hasta la hora de cierre.

La verdad es que Éfeso nos había gustado mucho, y al final estuvimos mucho más tiempo del que habíamos calculado. Gran parte de la culpa la tuvo la visita a las casas de la colina, que no contábamos con ello, y estuvimos bastante rato. Creo que calculamos como un par de horas en Éfeso, y debimos de estar como cinco horas. Es una ciudad grande, y hay mucho que admirar y disfrutar. A nosotros además, nos gusta ver las cosas lentamente, a nuestro ritmo, y hacemos muchas fotos.

Cuando salimos, la idea era comer algo en alguno de los puestos que había en la zona de entrada, ya que se nos había pasado la hora de comer viendo la ciudad (es lo que tiene el turismo extremo), pero nuestro gozo en un pozo, estaban todos cerrados ya. Bueno, pues ya tocaba esperar a la cena.

Casi que mejor, por que así aún podíamos aprovechar a hacer alguna visita más antes de abandonar esta zona en dirección a Mármaris, donde teníamos el hotel. Así es, Éfeso no se limita solo a las ruinas de la ciudad creco-romana, hay más, mucho más, y aún teníamos como una hora de luz que había que aprovechar a tope.

Para estas visitas que nos quedaban, cogimos el coche, aunque la distancia es pequeña, unos 3 km solo. La primera visita fue a la mezquita de Isa Bey, situada a los pies de la colina de Ayasuluk, donde se hallan la basílica de San Juan y el castillo medieval, que también visitamos después (y a solo 300 metros de la ubicación del templo de Artemisa, por donde también pasamos). Esta mezquita es una auténtica joya, de las más antiguas de Turquía.

Fue construida entre 1374 y 1375 por encargo de İsa Bey, gobernante de la dinastía beylik de Aydın. Se reutilizaron columnas clásicas procedentes de Éfeso y del Templo de Artemisa, visibles en el patio y el interior. La fachada occidental es impresionante, con mármol tallado blanco y amarillo, inscripciones caligráficas, muqarnas y patrones geométricos. Contaba originalmente con dos minaretes, de los cuales solo sobrevive el occidental, con base octogonal; el oriental fue destruido por un terremoto. Lamentablemente no pudimos entrar a verla, ya que era la hora del rezo.

Al lado de la mezquita, unos minutos caminando hacia la colina, está la basílica de San Juan. De camino, hay una vista muy bonita de la mezquita con la puesta de sol, como se ve en la foto de arriba. Ya nos queda poca luz...

El apóstol Juan, el más joven de los doce, y el que más tiempo vivió, se vino a Éfeso, donde pasó sus ultimos años hasta morir ya muy anciano, sobre el año 96 d.C. Fue enterrado aquí, y en el siglo V se construyó una pequeña iglesia para venerar el lugar.

Un siglo más tarde, en el año 548 d.C., el emperador Justiniano mandó construir una monumental basílica en su lugar, que son los restos que se pueden visitar actualmente. Para su construcción se usaron mármoles y columnas del cercano templo de Artemisa, que estaba en ruinas desde hacía tiempo.

Esta basílica se conservó muy bien, a pesar de algunos pequeños daños por terremotos, hasta finales del siglo XIII o principios del XIV, cuando un gran terremoto la hizo colapsar parcialmente. Además, en el año 1304 esta ciudad fue arrebatada al imperio Bizantino por los turcos selyúcidas, musulmanes, que convirtieron la basílica en mezquita (no está claro si eso fue antes o después del terremoto).

En el año 1402 recibe la puntilla, ya que es arrasada, junto con toda la ciudad, en la invasión de Tamerlán, un célebre conquistador turco-mongol del siglo XIV que fundó el Imperio timúrida en Asia Central. Por si fuera poco, otro terremoto después de la invasión la destrozó aún más. Eso ya convirtió la flamante iglesia en un amasijo de piedras tiradas en el suelo, muchas de las cuales fueron aprovechadas para otros edificios, y lo que podemos ver hoy es lo que ha quedado y se ha podido reconstruir.

Para más información sobre precios y horarios, podéis verlo aquí, en la web oficial de la basílica de San Juan. Esta es la entrada más barata de todas, solo 6 euros incluyendo la basílica y la fortaleza.

Como podéis ver, la cálida luz del atardecer le da un aspecto casi mágico a las ruinas, aumentado por las bandadas de cuervos o similares que no hacían más que revolotear por la zona.

Aquí abajo a la izquierda, la zona más sagrada de la basílica. Tenía planta en forma de cruz, y en el centro de dicha cruz, bajo una gran cúpula, un atrio elevado en el que se encontraba la tumba de San Juan, justo bajo ese cuadrilátero de mármol, con cuatro columnas en sus esquinas.

Aún queda suficiente como para que cerremos los ojos y nos imaginemos la colosal estructura de la basílica, con seis cúpulas cubriendo todo ese espacio que ahora está al aire libre, y los muros que aún levantan tres o cuatro metros del suelo, alzándose hacia el cielo. A la derecha, en el ábside de la iglesia, justo frente a la tumba de San Juan.

Y llegó la definitiva puesta de sol, regalándonos las últimas imágenes mágicas de estas ruinas ancestrales. Estábamos solos disfrutando de este momento, era algo muy espiritual. Se respiraba tanta paz... Si estas piedra hablaran, cuantas historias podrían contar.

En las fotos de abajo podéis ver que desde la basílica hay buenas vistas de una especie de castillo en la cima de la colina. Se trata de la fortaleza de Ayasuluk. En esa colina hay una fortaleza desde época bizantina, pero las murallas que se ven hoy día son posteriores a la conquista musulmana.

Por supuesto, subimos hasta la entrada principal a la fortaleza, como podéis ver en las fotos de abajo. En su interior no se conserva gran cosa, una pequeña mezquita. Lo mejor son las vistas desde allí. No nos quedamos mucho, por que se nos iba la luz a ojos vista, y además ya estaban cerrando. Subir desde la basílica hasta aquí es un paseo muy agradable, una pena no haber podido estar más tiempo.

Con la basílica y la fortaleza ya cerrados, y el sol que se había puesto hacía unos minutos, ya casi dimos por terminada nuestra larga visita a Éfeso. Aún nos acercamos un momento a la ubicación del famoso templo de Artemisa, declarado por Antípatro de Sidón como una de las siete grandes maravillas de la antigüedad.

Podéis ver lo que queda de ese templo en la foto de abajo a la izquierda. Realmente, nada. Han montado una columna con restos diversos que han encontrado en el lugar. No quedan ni los cimientos. En la foto podéis ver lo cerca que queda de la mezquita, la basílica y la fortaleza. Los tres sitios aparecen en la foto detrás de la columna.

En la foto de la derecha, podéis ver una reproducción de cómo debió ser el templo. Todo se ha perdido. Su construcción comenzó aproximadamente en el año 560 a.C, por orden del rey Creso, de Lidia (una región de lo que hoy es Turquía). Se hizo enteramente en mármol, y fue el templo más grande de la antiguedad (hasta que los romanos levantaron el templo de Júpiter en Baalbek, podéis leer aquí el artículo de nuestra visita a los templos de Baalbek).

Ese templo duró unos dos siglos, hasta que fue incendiado por un tal Eróstrato el 21 de julio del año 356 a. C., la noche que nació Alejandro Magno (se decía que los dioses estuvieron tan ocupados esa noche con el nacimiento de Alejandro, que no pudieron evitar el desastre del templo). Al parecer, este tipo hizo tal cosa con la intención de adquirir fama eterna, lo cual en parte consiguió.

El templo permaneció algún tiempo en ruinas, pero no mucho, por que una vez liberada la ciudad de Éfeso de la tiranía persa por Alejandro Magno, el templo fue reconstruido. Y permaneció en pie unos cuantos siglos, hasta que en el saqueo de los godos el año 262 d.C fue incendiado de nuevo (y el terremoto de ese año que destruyó la biblioteca de Celso, seguro que también le provocó graves daños).

Con el advenimiento del cristianismo no mucho tiempo después, el templo ya no fue reconstruído de nuevo. Es más, sus restos comenzaron a ser usados como cantera, y no solo en Éfeso o la basílica de San Juan, unas cuantas de sus columnas pueden admirarse hoy día en Santa Sofía, en Estambul. Realmente, para el siglo VII ya estaba olvidado y no debía de quedar gran cosa de ese magnífico templo.

Ahora sí, dimos por terminada nuestra visita a Éfeso. Ya era prácticamente de noche, y nos quedaba una buena tirada (200 km) hasta Mármaris, donde íbamos a pasar dos noches. Paramos a cenar en un restaurante de carretera donde nos dimos un buen homenaje, ya que entre una visita y otra, nos habíamos saltado la comida.

Realmente, como conclusión, Éfeso es una visita magnífica, hay mucho que ver, y de diferentes épocas. Para todo el interesado en el mundo griego, romano o bizantino, es una visita imprescindible. Eso sí, para disfrutarlo con tranquilidad y en profundidad, reservad prácticamente un día entero aquí. A nosotros nos hubiera gustado estar más tiempo en la fortaleza de Ayasuluk, y visitar también el museo de Éfeso que hay en la ciudad de Selcuk, al lado de las ruinas.


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