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Gullfoss, Seljalandsfoss y Skogafoss


Fecha del viaje: Julio de 2022

Recomendaciones importantes

  • Si vais con niños (o no...) dar de comer a los caballos que veais en ruta es muy divertido. Son muy pacíficos y les encanta que les den de comer hierba.
  • Para comer en esta ruta, desde luego os recomiendo el restaurante que hay junto a la cascada Skogafoss, con grandes ventanales que dan a la cascada. Para lo que es Islandia, tampoco es carísimo. Una comida para los tres nos salió por 83 euros.
  • La ruta de este día nos salió bastante larga, fue uno de los días más intensos de todo el viaje. Si vais con niños u os gusta tomaros las cosas con más tranquilidad, una buena idea sería dormir en las proximidades de Vik en vez de llegar hasta las Horgsland Cottages.
  • En el glaciar Sólheimajökull no os quedéis solo en el mirador, seguid caminando hasta llegar al mismo hielo del glaciar, es una experiencia increíble.

Día 2

Nada más levantarnos, salí a la terraza de la casa... ¡Brillaba el Sol! Dios, que infinita alegría. La pradera que teníamos enfrente brillaba con ese color verde radiactivo como si irradiara luz propia. Hoy iba a ser un gran día. Desayunamos, montamos todo el equipaje en el coche, y nos despedimos de nuestros anfitriones, gente bastante maja.

Estábamos a menos de 15 minutos en coche del primer hito del día, la cascada de Gullfoss (el islandés es un idioma complicado, pero todo lo que acabe en foss es una cascada, y si acaba en kull, es un glaciar). Al final tardamos algo más en llegar, ya que por el camino hicimos una parada que haríamos unas cuantas veces más a lo largo del viaje: dar de comer a caballos.

Como se puede ver en las fotos de abajo (la primera foto es saliendo de nuestra casa, que se puede ver con su valla blanca arriba a la izquierda), en Islandia abundan muchísimo los caballos, que pastan a su aire en fincas bastante grandes. Convertimos en tradición parar, acercarnos a la valla, y darles de comer matojos de hierba fresca, que comían con ganas de nuestras manos (y eso que en su finca tenían toda la que querían). En una ocasión compramos zanahorias en un super, pensando que se iban a volver locos de contentos, pero no, prefieren la hierba.

Gullfoss

Y después de esta parada, en unos minutos ya estábamos en Gullfoss. Hay un aparcamiento gratuito al lado de la cascada. Ya desde allí las vistas son increíbles, y según te vas acercando, cada vez resulta más espectacular. El vapor de agua satura el aire, y ya solo con eso te vas mojando sin darte cuenta. El hecho de que las dos caídas de augua estén en ángulo, le da una perspectiva y belleza increíbles.

Aunque parezca mentira, a principios del siglo XX, Gullfoss estuvo en peligro de ser explotada para generar electricidad, lo cual fue evitado gracias a Sigríður Tómasdóttir, hija de un granjero local. Sigríður luchó incansablemente, incluso amenazando con lanzarse a la cascada si el proyecto seguía adelante. Gracias a su defensa, se la considera un símbolo del activismo ambiental en Islandia.

Ahora sí que sentíamos por fin que estábamos en Islandia de verdad. Islandia en estado puro. Esta cascada nos impresionó muchísimo, nos costó abandonar el lugar. El camino desde el parking hasta el último de los miradores es impresionante, te vas parando a cada paso para contemplar esa inmensa masa de agua cayendo al abismo. Pero había que irse, aún quedaba mucho que ver ese día.

Nuestra siguiente parada era la cascada de Seljalandsfoss, una de las clásicas de Islandia también. Esta era menos caudalosa, pero tiene la particularidad de que puedes pasar por detrás de la columna de agua. Estábamos a una hora y media de allí.

Seljalandsfoss

Al igual que antes, llegar es muy sencillo, está bien indicado y hay un parking justo al lado de la cascada. Ya desde el parking se ve perfectamente, y tan solo hay que dar un pequeño paseo de unos minutos para llegar al pie de la cascada.

Una vez llegamos al pie de la cascada, empieza el sendero que la rodea por detrás de la columna de agua. Aquí hay que estar preparado para mojarse, pero el paseo merece la pena. Una vez atravesada, un poco más adelante vuelves al camino original cruzando el rio por un puente.

Esto de ver una cascada tras otra nos empezaba a gustar. Ya teníamos ganas de llegar a la tercera, que además es de las más espectaculares, la de Skogafoss, que estaba a sólo 25 minutos de distancia. Me estaba encantando como estaba saliendo el día. Un rato de agradable conducción por unos paisajes que nunca aburrían, parada en un parking que nunca estaba lleno ni había ningún agobio, y disfrute de la mega cascada del momento. Siento que puedo estar así todo el día...

Skogafoss

Como en las dos anteriores, hay un parking gratuito estupendo al lado de la cascada. De hecho, no solo eso, además hay un restaurante fantástico con unos ventanales enormes que dan a la cascada. Es tan hermoso, y además es ya hora de comer, que no podemos resistirnos a entrar, a sabiendas de la clavada que nos van a meter. La verdad es que comimos estupendamente, una pierna de cordero cada adulto, y macarrones a la boloñesa para Inés. Lo bueno en los restaurantes de Islandia, es que el agua está incluida, es gratis. No tienes ni que pedirla, por el solo hecho de sentarte ya te pondrán en la mesa una botella de agua (del grifo, no envasada), y puedes pedir toda la que quieras. Y lo mejor es que no salió tan caro como esperábamos, fueron unos comedidos 83 euros en total.

Nada más acabar de comer, fuimos a la cascada. No solo puedes llegar al pie de donde cae el agua (en cuanto te acerques a menos de 20 metros te empapas entero), sino que, como se puede ver en las fotos, puedes subir 370 escalones hasta un mirador muy chulo que hay en la parte superior.

Y después de disfrutarla desde abajo, tocaba disfrutarla desde arriba... Subimos la escalera de la ladera, que ya el simple hecho de subirla es una maravilla contemplar las vistas alrededor, con esa hierba que te quema los ojos de la luz que tiene. Arriba hay un mirador estupendo para ver la caída de agua, y además hay un sendero que remonta el rio, y puedes llegar a otra mini cascada bastante fotogénica.

Pues ya llevamos tres cascadas, o fossen como dicen aquí. Ahora vamos a cambiar de tercio, y la siguiente parada será un glaciar, si es que en este pais tienen de todo. Seguimos la carretera "Ring Road" por donde veníamos como 5 o 6 km nada más, y justo nada más cruzar un rio, hay un pequeño desvío hacia la izquierda, no recuerdo si viene señalizado.

Hay que seguir la carreterilla del desvío como otros 6 km hasta que acaba en un parking, no tiene pérdida. En este punto dejamos el coche y empieza la ruta, muy corta, como de 1,5 km. hasta la cola del glaciar Sólheimajökull.

Glaciar Sólheimajökull

En el cartel de la foto de abajo pone que hay 750 metros, pero eso es hasta el mirador (la foto que hay a la derecha de la del cartel). Si quieres llegar hasta el mismo glaciar y tocar el hielo con tus manos (y ya te digo yo que querrás), tienes que sumar aproximadamente otros 750 metros más.

Llegar hasta el glaciar fue una pasada. Ya hemos estado antes en otros glaciares, en los Alpes y Noruega, pero este resultaba más espectacular. Desde el borde del agua, el frente de hielo se elevaba igual 40 o 50 metros. Inés se quedó muy sorprendida por esa mole inmensa de hielo que parecía flotar sobre el lago. A Patricia y a mi siempre nos ha parecido que mostrar a un niño estas maravillas increíbles de nuestro mundo, es en realidad parte de su formación como persona, tan importante como ir a la escuela. Estas cosas excitan la curiosidad, la imaginación, la creatividad, fomentan inquietudes culturales, y pueden ser decisivas en su formación futura como adulto.

Y además de todo eso, se pasan momentos realmente divertidos e intensos en familia, se crean recuerdos muy bonitos que duran toda la vida ¿Realmente existe una inversión mejor que viajar?

Después de aprender lo que es un glaciar de verdad, hicimos el camino de vuelta hasta el coche. El día estaba lejos de acabar aún. Nos esperaban los acantilados de Dyrholaey y la playa negra de Vik, que estaban a media hora de distancia.

Dyrholaey y playa negra de Vik

Primero fuimos a los acantilados de Dyrholaey, desde donde se tiene una vista aérea espectacular de la playa de Vik, como se puede ver en la foto de abajo. Esta es una zona muy buena para el avistamiento de frailecillos, que es el ave emblemática de Islandia. Aquí se reproduce el 60% de la población mundial de esta simpática ave. Para poder verlos tiene que ser en verano, que es cuando vienen a los acantilados de la costa a reproducirse, el resto del año viven en el Océano Atlántico.

Tuvimos la suerte de poder ver unos cuantos, aunque para poder verlos bien, mejor llevar prismáticos. Estas fotos que veis aquí de los frailecillos están sacadas con el teleobjetivo.

Y desde los acantilados a la playa de Vik, aunque parece que está al lado, se tarda como un cuarto de hora con el coche. Hay que rodear toda la bahía que se ve en la primera foto, hasta llegar al extremo opuesto de la playa, donde están los tres pináculos de piedra metidos en el mar que se ven en alguna de las fotos anteriores.

Según la leyenda, eran tres trolls que fueron sorprendidos por el amanecer y se convirtieron en piedra.

En las fotos de arriba se pueden ver las columnas basálticas que parecen tubos de un órgano gigante. Se formaron por la actividad volcánica, y se producen cuando la lava basáltica se enfría lentamente, de forma homogénea. Entonces se producen unas grietas geométricas que se extienden verticalmente que le dan esta forma de columnas hexagonales.

A lo tonto, ya eran las 9 de la noche, pero había una luz perfecta. Había que ponerse en ruta de nuevo, por que estábamos a una hora de distancia de la cabaña que habíamos reservado para esa noche, las Horgsland Cottages, situadas sobre la misma carretera principal por la que íbamos todo el tiempo.

Esta cabaña también estuvo muy bien. Nos gustó más la de la noche anterior, era más amplia, pero bueno, estuvo bien. Tampoco fue barata, nos salió por 214 euros una noche. Si queréis verla en detalle, tenéis el link aquí.

Aquí podeis ver un par de fotos de la cabaña. Ya sólo nos quedaba prepararnos algo de cena, y a dormir, que había sido un día muy largo.


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