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Kuala Lumpur


Fecha del viaje: Julio de 2024

Esta es la continuación de nuestro viaje por Tailandia, Camboya y Malasia. Ese día por la mañana abandonamos nuestro paraíso de Railay. Puedes leer aquí el artículo sobre los tres días que pasamos en las maravillosas playas de Railay.

Recomendaciones importantes

  • La mejor opción de alojamiento en esta mega ciudad es reservar un apartamento en algún edificio con piscina en la azotea y vistas hacia las torres Petronas y el resto de rascacielos. Son apartamentos de lujo que se pueden encontrar a muy buen precio.
  • Imprescindible tener en el móvil la aplicación Grab (el Uber de allí) para moverse por la ciudad. Funciona realmente bien y es mucho más barato que coger taxis. Las distancias pueden ser grandes y además esta ciudad, salvo pequeñas zonas, no es muy "paseable".
  • Para ir a visitar las Batu Caves, madrugad todo lo que podáis. Es un sitio que se peta mucho, aunque al ser grande la sensación no llega a ser agobiante. Pero mejor verlo con poca gente. ¡Ah! y cuidado con los monos, no llevéis cosas de comer en las manos.
  • Si queréis subir al mirador de las Petronas, hay que reservarlo con días de antelación, sino seguramente no tendréis posibilidad.

Día 17

Después de un buen desayuno junto a la playa de Railay West y un último baño en la piscina del resort, vinieron un par de chicos a cargar nuestro equipaje para llevarlo al muelle de Railay East. Nosotros fuimos con ellos caminando, y allí pagamos en total 300 baht (100 cada uno) por el pasaje de la barca que nos llevaría a Ao Nammao.

Esta vez no hizo falta pagar la barca completa para ganar tiempo, como el día que llegamos, ya que había mucho movimiento de gente y la barca se llenó al instante. Metimos las mochilas y maleta en la barca, y emprendimos el camino, alejándonos poco a poco de tan maravilloso lugar. ¡Adiós Railay, hasta siempre! ¡Volveremos!

Una vez en Ao Nammao, ya estaba puntual esperándonos el taxista que nos llevó a la ida, y con el que habíamos apalabrado cuatro días atrás que viniese a buscarnos para llevarnos al aeropuerto de Krabi. Un hombre muy amable que en cuanto nos vio vino a ayudarnos con las maletas (el taxi fueron 500 baht, un precio bastante justo). Y en cosa de media hora, ya estábamos en el aeropuerto.

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Nuestro vuelo salía a las 14:25, y llegaba a Kuala Lumpur a las 16:55. Es una hora y media de vuelo, lo que pasa es que hay cambio horario, en Malasia es una hora más. Tanto el aeropuerto de Krabi como el de Kuala Lumpur están bastante bien, son modernos y limpios.

Una vez en Kuala Lumpur, fuimos a recoger el equipaje, y allí mismo pudimos comprar una tarjeta SIM que nos costó 29 Ringgit (unos 6 euros). De camino a la salida, pasamos por la zona de tiendas y restauración, lo que nos hizo recordar que teníamos hambre. Hicimos una parada técnica en un KFC para comer, y después, ya sí, a la salida, a coger un taxi a nuestro apartamento, que nos costó 139 Ringgit (unos 29 euros, tardó bastante).

La verdad es que teníamos ganas de llegar a nuestro alojamiento de Kuala Lumpur, por que era un sitio bastante especial. Se llama The Platinium KLCC by Victoria Home. Se trata de un apartamento en lo alto de un rascacielos, con piscina en la azotea con vistas a las torres Petronas y los demás rascacielos icónicos de la ciudad. Según nos deja el taxi en la puerta, entramos al gigantesco vestíbulo. Hay una especie de recepción donde nos atienden y nos tienen un rato mientras hacen los trámites. Al final nos dan la llave (una tarjeta) y por fin subimos al apartamento, en una de las plantas más altas del edificio.

El apartamento está genial, es muy grande, con una habitación y un buen salón, y tiene unos ventanales gigantescos desde donde hay unas vistas increíbles de la ciudad iluminada (ya se había hecho de noche). La cama es enorme, una pasada.

Lo primero que hacemos es ponernos los bañadores y subir a la azotea, nos moríamos de ganas por ver las vistas desde allí y darnos un baño. Abajo, unas fotos de este momento.

Como se puede ver en las fotos de arriba, la piscina está bastante bien, aunque desde luego no la vais a encontrar vacía, salvo si vais a primera hora de la mañana, justo cuando la abren. Las vistas están muy bien, especialmente hacia la torre de comunicaciones cilíndrica (KL Tower), en primer plano, y también hacia el Merdeka PNB, más a la derecha, que con 679 metros es el segundo edificio más alto del mundo.

Se ven también las torres Petronas, pero no con una vista directa. Como se puede ver en la foto, hay otro edificio de apartamentos de la misma cadena que tiene vistas más directas a las torres gemelas. Nosotros lo reservamos por booking, y no me pareció que estuviese muy claro cómo elegir un apartamento en ese edificio mejor situado. En cualquier caso, el precio por dos noches fue de 821 Ringgit (unos 171 euros) que me parece que está muy bien, ya que realmente es un apartamento de lujo.

Después del baño en la piscina de la azotea, fuimos a ducharnos al apartamento y ya no volvimos a salir, estábamos realmente cansados, y al día siguiente queríamos madrugar para empezar pronto el día.

Día 18

La primera visita del día iba a ser a las conocidas "Batu Caves", unos templos hindúes situados en un entorno paisajístico muy bonito, a las afueras de la ciudad. Para movernos, usamos la app "Grab", que es simplemente el Uber de allí, del sureste asiático en general. Es muy recomendable, es fácil de usar (igual de fácil que la de Uber), muy eficiente, y sobre todo mucho más barato que coger un taxi en la calle.

El único problema que tuvimos es que la ubicación de este edificio de apartamentos parece que se les atraganta. Tres veces pedimos un coche con esta app desde nuestro apartamento, y dos de ellas los conductores se perdieron y tardaron un montón en llegar. Curiosamente, cuando pedimos un coche en cualquier otro sitio de la ciudad, siempre funcionó perfecto.

Y en esta ocasión, la primera que usábamos Grab en Kuala Lumpur, el conductor se perdió, no había manera de que llegase, tuvimos que salir fuera de la zona del apartamento... había taxistas que nos veían esperando coche y se ofrecían a llevarnos, pero con precios que duplicaban lo que costaba el grab que habíamos contratado.

Al final nos encontró, le echamos la bronca, y sobre las 10:00 de la mañana estábamos en las Batu Caves. La verdad es que teníamos que haber madrugado más, la hora buena para venir a este sitio es justo cuando abren, a las siete de la mañana. Cuando llegamos había mucha gente, montones de gente.

Dado que no lo íbamos a ver con poca gente, eso ya estaba claro, decidimos que lo primero era desayunar. Junto a los templos hay dos o tres sitios, todos ellos hindúes. Entramos en uno de ellos, bastante amplio, y la verdad es que desayunamos bastante bien, a base de zumos naturales y una especie de crepes rellenos (muy barato, solo 45 Ringgit en total, unos 10 euros). Y después del desayuno, a visitar los templos.

Como se puede ver en la foto de arriba a la derecha, lo que más llama la atención es la enorme estatua del dios hindú Murugan, de casi 43 metros de alto. Es la estatua más alta del mundo dedicada a este dios.

Y otra cosa que llama la atención es la enorme escalera que hay que subir para llegar a los templos. Tiene 272 escalones que fueron pintados en colores brillantes en 2018. Subiendo esas escaleras se llega al complejo de cuevas de piedra caliza que alberga varios templos hindúes y santuarios.

La enorme cueva en la que se sitúan los templos tiene unos 400 millones de años de antiguedad, pero los templos son mucho más modernos, de finales del siglo XIX, y la escalera del año 1920, ya en el siglo XX. Ya con las pilas cargadas, comenzamos la lenta ascensión hacia la gran cueva.

Al poco de empezar la subida tuvimos un pequeño "percance" con un mono. Son más listos que el hambre los jodíos. Inés llevaba en las manos una bolsa de patatas fritas que habíamos comprado al salir del desayuno, en una tienda de snacks y bebidas que hay al lado. Grave error. Un mono pasó por detrás de ella y se la birló con un certero y rápido movimiento de mano, cual ladrón de guante blanco. Lo mejor de todo es que, nada más quitársela, se paró a apenas dos metros de nosotros a comérsela tranquilamente, como se puede ver en la foto de abajo.

En la otra foto se puede ver el interior de la gigantesca cueva, una vez llegamos a la parte superior de la escalinata. Dentro de la cueva, hay varios templos y altares a los que puedes ir. En esta zona también hay monos, así que hay que seguir teniendo cuidado.

Realmente, este sitio no es solo un lugar turístico, sino que es sobre todo un lugar con un fuerte sentido religioso. Podrás ver mucha gente rezando y haciendo ofrendas en los diferentes altares que hay en la cueva. Después de dar una vuelta por el interior, y empaparnos de la belleza y misticismo del lugar, volvimos a la escalinata para emprender la bajada.

Bajando la escalinata, volvimos a ver unos cuantos monos, acechando ante cualquier turista despistado que lleve algo de comida. Una vez abajo, a la izquierda, hay un gran templo hindú dedicado al dios Hanuman, el dios mono. Es bastante moderno (y se nota) ya que fue inaugurado en 2001. Lo visitamos por dentro (es gratis) pero no nos pareció que tuviese mucho interés.

Volvimos a la tienda de snacks a comprar otra bolsa de patatas a Inés, y aún estuvimos un poco más de tiempo en la plaza central, contemplando el lugar y haciendo alguna foto más, cuando de repente... volvió a ocurrir... Otro mono (y eso que en esa plaza central apenas se veían) volvió a acercarse a Inés traicioneramente por la espalda, y de un certero tirón le quitó su nueva bolsa de patatas.

Jodidos monos... Son auténticos especialistas en el robo, y desconocen lo que es la piedad o la compasión por una niña. Decidimos comprar otra bolsa, pero ya ir directamente con ella a la salida (la metí en lo más profundo de la mochila), que aún quedaban muchas cosas por ver ese día.

Ya en la salida, con nuestra app de Grab pedimos un coche para ir hasta las torres Petronas. Que bien funciona esa aplicación, en unos minutos ya teníamos nuestro coche allí mismo (y mucho más barato que un taxi). En unos 20 minutos ya estábamos en nuestro destino. La verdad, es que las torres son una pasada desde cualquier ángulo.

Rodeamos el complejo para ir hacia el enorme parque que está junto a las torres, con un gran lago. Desde ese punto las vistas de las torres son las mejores. Lo bueno es que no hay un solo sitio que sea el mirador desde donde todo el mundo hace la foto. En ese parque hay un montón de sitios desde donde sacar fotos estupendas, solo tienes que pasear por el parque con los ojos bien abiertos, y usar la imaginación.

Y lo mejor, junto al lago hay una zona de piscinas infantiles con chorros, donde los niños pueden bañarse y jugar (y es gratis). Esto le encantó a Inés. Si vais con niños, es uno de los sitios imprescindibles de Kuala Lumpur. Además, es un sitio donde sacar fotos muy chulas.

Despuès del estupendo baño, volvimos a las torres y entramos al centro comercial que hay en su interior, simplemente para dar una vuelta. Fuimos también a informarnos para subir a las torres. Es una visita guiada en inglés, que te suben hasta el puente volado que une las dos torres (pisos 41 y 42), y a un mirador en la parte superior (piso 86) y cuesta como unos 10 euros. Resulta que no había disponibilidad ninguna, es algo que si realmente quieres hacer, hay que sacarlo con antelación.

Bueno, teníamos muchas cosas que ver en ese día express en Kuala Lumpur y no había tiempo para todo. Lo siguiente fue comer, y había unas terrazas chulísimas en el exterior de las torres. No es la forma más barata de comer en Kuala, pero realmente nos apetecía. Nos sentamos en una terraza junto a las torres, donde realmente nos atendieron super bien, y la comida estaba riquísima (49 euros en total, muy bien de precio para ser un sitio de lujo).

Después de la comida, pedimos otro coche con Grab para ir al Forest Eco Park, pero lamentablemente estaba cerrado, aunque según el horario debía estar abierto. Le pedimos entonces al conductor que nos llevase a la plaza Merdeka, el centro de la antigua ciudad colonial.

Esta plaza aún conserva algunos de los antiguos edificios coloniales de la época de dominación británica. Aquí es donde estaba el centro de gobierno de la colonia, y en la enorme explanada de césped que hay en el centro, se jugaban partidos de cricket. Eso fue hasta el 31 de Agosto de 1957, cuando Malasia se independizó de Gran Bretaña. Desde entonces, en un gran mástil de 95 metros de altura (uno de los mayores del mundo) ondea la bandera de Malasia en esta plaza.

El edificio colonial que se ve en las fotos de arriba es el Sultan Abdul Samad, construído entre 1894 y 1897, este edificio de estilo mogol albergaba las oficinas de la administración británica. Actualmente, es la sede del Ministerio de Información, Comunicación y Cultura de Malasia. Detrás, emerge el imponente rascacielos Merdeka 118, el segundo más alto del mundo con 678 metros de altura (gracias a su gigantesca aguja). Cuando estuvimos nosotros, aún le estaban dando los últimos toques, y la plataforma de observación de la planta 118 no estaba aún inaugurada.

Después de un rato de relax en esa pradera de césped, decidimos dar un paseo hasta el barrio chino, que quedaba cerca. Es una de las pocas zonas de Kuala Lumpur donde tal cosa es posible, ya que la mayor parte de la ciudad (la parte moderna) ha sido diseñada pensando únicamente en los coches. No es una ciudad "paseable" en absoluto, de hecho, es bastante hostil con el peatón.

Por ejemplo, para ir desde nuestro alojamiento a las torres Petronas, por distancia se podría hacer perfectamente andando, pero en la práctica no resulta posible, ya que el camino está lleno de enormes carreteras, sin apenas árboles. Para ir a China Town fuimos por la parte trasera del Sultan Abdul Samad, que se puede ver en la foto de abajo a la izquierda. Por allí se puede caminar por un paseo que va junto a la rivera encauzada de un rio.

En la fotografia de la derecha se puede ver la Masjid Jamek, la que fue mezquita principal de la ciudad. Ubicada en la confluencia de los ríos Klang y Gombak, fue inaugurada en 1909 por el Sultán de Selangor, la mezquita fue diseñada por el arquitecto británico Arthur Benison Hubback. En un kiosko que había en esa zona nos compramos unas bebidas, porque la verdad es que hacía calor.

Y el paseo enseguida nos llevó hasta la entrada al barrio chino. Una calle llena de puestos a ambos lados, y llena de gente también. Hay unos cuantos puestos de comida, y también de ropa y todo tipo de souvenirs. Se hace un poco incómodo caminar por allí, la verdad. Por otra parte, tampoco vimos nada interesante que comprar, salvo los artículos típicos que se encuentran en estos mercados.

Lo mejor fue cuando callejeando un poco llegamos a un rincón apartado donde realmente se respiraba una atmósfera más auténtica de lo que uno espera de un barrio chino. Son unas callejuelas escondidas donde se han pintado una serie de personajes en las paredes, en un entorno más relajado y escondido. Aquí lo pasamos en grande haciendo fotos usando como decorado los dibujos de ese arte urbano. Como se puede ver en alguna de estas fotos, esta zona no pilla lejos del rascacielos Merdeka 118, que está siempre omnipresente.

Este pequeño rincón escondido se llama "Kwai Chai Hong", que significa "Callejón del Pequeño Demonio", es una estrecha calle ubicada entre Jalan Petaling y Lorong Panggung. Antiguamente descuidado, este callejón fue revitalizado en 2019 como parte de un proyecto para preservar el patrimonio cultural de Chinatown. Hoy en día, alberga murales interactivos que representan escenas cotidianas de la comunidad china en los años 60, como niños jugando, barberos trabajando y vecinos compartiendo momentos.

Y desde aquí decidimos volver ya a nuestro apartamento, ya que queríamos aprovechar la piscina antes del atardecer, para poder ver la puesta de sol desde allí. De nuevo, pedimos un coche con la app de Grab, que llegó en pocos minutos, y en poco rato nos estaba dejando en la puerta de nuestro gigantesco edificio de apartamentos.

Una vez en el apartamento, nos pusimos los bañadores, y para arriba que nos fuimos. Esta hora es sin duda cuando más gente hay en la piscina (resulta lógico) pero bueno, a pesar de todo, no resultaba agobiante, e incluso era posible sacar alguna foto buena. Ayudaba el hecho de que el agua estaba más bien fría (acostumbrados como estábamos al agua calentita de las playas de Railay).

Después del baño y disfrutar un buen rato de esas increíbles vistas del sky line de Kuala Lumpur, fuimos al apartamento a darnos una ducha. La verdad es que la mejor opción de alojamiento en esta ciudad es sin duda un apartamento en un edificio como este, con piscina infinita en la azotea, y vistas de los rascacielos circundantes.

Este edificio en el que estábamos nosotros no es el único que lo ofrece, hay más. Es verdad que éste es de los más cercanos a las torres Petronas. Es cuestión de buscar en booking, pero hay una oferta amplia. En la misma web de booking veréis que hay varias ofertas distintas de apartamentos en este edificio, y es que el edificio no pertenece a una sola empresa, hay varias que ofrecen diferentes apartamentos, a diferentes precios.

No nos apetecía salir a la calle a cenar, así que investigamos por que nos había parecido que en la azotea, donde la piscina, había algo parecido a un pub muy glamuroso, y efectivamente, era un pub pero también restaurante, así que no nos lo pensamos dos veces y allí nos quedamos a cenar. Había poca gente y nos dieron una mesa fabulosa al lado de un ventanal desde donde se veían las torres Petronas. Mejor forma de cenar, imposible. Pensábamos que nos iban a clavar a base de bien, pero acabamos pagando 46 euros en total por una muy buena cena, un precio tan estupendo como las vistas que había desde allí.

Día 19

Aún había un par de cosas que queríamos ver y el día anterior no nos dio tiempo, así que madrugamos bastante, y sin desayunar pedimos un coche con Grab. Pero antes, Inés y yo subimos a la piscina de la azotea justo a las 7:00 de la mañana, la hora a la que abre. Perfecto, estábamos solos. No quería irme de este apartamento, y de Kuala Lumpur, sin poder bañarme en esta piscina completamente solo. Eso sí, a los pocos minutos empezaron ya a aparecer algunas personas.

De vuelta a la habitación, me vestí rápidamente y bajamos a esperar nuestro coche. Sobre las 8:30 de la mañana ya estábamos en el templo chino de Thean Hou, a las afueras de la ciudad.

Es uno de los templos chinos más grandes y visitados del sudeste asiático, dedicado a Thean Hou, la diosa del cielo y protectora de los marineros según la tradición budista y taoísta. La entrada es gratuita. Como se puede ver en las fotos, no es un templo antiguo, fue construído en el año 1989. Hoy día es un templo con gran trasiego de gente, ya que aquí se celebran bodas según el ritual tradicional chino. Cuando llegamos, era temprano y había poca gente.

En el interior pudimos ver una especie de sala para bodas masivas, en las que debían casarse unas cuantas parejas a la vez. En ese momento no había ninguna boda, sería pronto aún. Al acabar la visita, otro coche con Grab que nos llevó como el rayo hasta el templo de Sin Sze Si Ya. Del templo más moderno, al más antiguo.

Se trata del templo taoísta más antiguo de Kuala Lumpur, fundado en 1864 por Kapitan Yap Ah Loy, una figura clave en el desarrollo de Kuala Lumpur. Está dedicado a dos de sus mentores espirituales: Shin See Ye y Si Sze Ye, considerados deidades protectoras, y está situado en el barrio chino, cerca de Petaling Street, donde estuvimos la tarde anterior. Por cierto, al igual que el anterior, es gratuito.

Este templo nos gustó mucho, rebosaba autenticidad por los cuatro costados, y además había muy poca gente. Realmente, era un sitio con una gran espiritualidad, un sitio en el que era sencillo relajarse y meditar, contemplando cada pequeño detalle.

Y al salir de este pequeño templo, el hambre ya apretaba. No eran aún las 10 de la mañana y ya habíamos hecho un montón de cosas. Al lado del templo encontramos un sitio genial para desayunar, una especie de restaurante hindú (o eso parecía). Lo que más recuerdo son las jarras de un litro de zumo natural de sandía que nos tomamos Patri y yo, acompañadas de unos crepes muy ricos. Que maravilla (y por solo 46 Ringgit en total, unos 10 euros).

Desde allí fuimos dando un corto paseo hasta el mercado central. En las fotos de abajo, la entrada a Kasturi Walk, una calle peatonal cubierta situada justo al lado del antiguo edificio del Central Market. La estructura metálica con forma de cometa gigante (inspirada en el tradicional "Wau Bulan", una cometa malaya) es uno de sus íconos visuales más reconocibles.

Estuvimos curioseando en las tiendas, y nos compramos alguna camiseta/souvenir de recuerdo. Después, pedimos otro coche con Grab de vuelta al apartamento. Allí cogimos nuestro equipaje y de nuevo pedimos otro coche hacia el aeropuerto para recoger el coche de alquiler que teníamos contratado. Como apunte sobre el tema de los taxis, el coche pedido por Grab para llevarnos al aeropuerto nos costó 15,6 euros. En cambio, a la ida pagamos 29 euros por el mismo trayecto, cogiendo un taxi directamente. Sale muy a cuenta tener esta app durante nuestro viaje a Malasia.

El plan para el resto del día era ir con ese coche de alquiler hasta la ciudad de Malaca, a un par de horas de distancia. Pasar el resto del día allí (Puedes leer aquí el artículo sobre la visita a la bella ciudad colonial de Malaca), y por la noche después de cenar volver al aeropuerto para devolver el coche y coger el vuelo de vuelta a Madrid. La idea de coger el coche de alquiler era sobre todo para tener un sitio donde dejar el equipaje, ya que nos quedábamos sin alojamiento hasta la salida de nuestro vuelo, que era a las 02:40 de la madrugada.


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