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Agrigento, Sicilia


Fecha del viaje: Septiembre de 2013

Esta excursión forma parte de un viaje a Sicilia de 5 días de duración, durante el cual dedicamos una tarde a visitar el Valle de los Templos de la antigua ciudad griega de Agrigento.

Recomendaciones importantes

  • No he visitado los templos por la mañana, pero diría que el mejor momento para verlos es por la tarde, quedándonos allí hasta la puesta de sol. Como podéis ver más abajo por las fotos, el templo de la Concordia luce espléndido con la luz del atardecer (y seguro que por la mañana hay más gente, además).
  • Si vais en verano, importante llevar sombrero y agua. Creo recordar que había un kiosko en el interior del recinto.
  • Un buen complemento a esta visita, si estáis por la zona entre Mayo y Octubre, es complementar esta visita con alguna de las fantásticas playas que hay cerca de los templos.

Ese día salíamos desde Siracusa, donde habíamos pasado dos noches. Nos levantamos temprano, y después del desayuno emprendimos ruta. En algo más de dos horas ya estábamos en Agrigento. Lo primero fue ir al alojamiento, el fabuloso hotel Baia di Ulisse, con piscina y situado justo frente a una maravillosa playa.

Una vez instalados, decidimos pasar el resto de la mañana en la playa, que hacía muy buen día, e ir a los templos justo después de comer. El hotel lo reservamos por booking, y en su día nos costó 137 euros con desayuno por una noche. Como podéis ver en las fotos de abajo, el hotel tiene una pasarela para acceder a la maravillosa y solitaria playa de arena fina.

Nuestro fantástico hotel estaba oculto entre el bosque de pinos que podéis ver en la foto de abajo. Era un sitio paradisíaco, la verdad. Muy recomendable si lo que se busca es tranquilidad y disfrutar de una buena playa, y a la vez estar muy cerca del valle de los templos de Agrigento.

Después de un par de horas en la playa, subimos al hotel y aún nos dimos un baño más en la enorme piscina. Luego, una ducha rápida, y ruta hacia el valle de los templos, donde íbamos a pasar la tarde. Está a sólo 7 km de distancia del hotel. Por el camino, paramos en un McDonalds a comer, que le apetecía mucho a Santi y llevaba varios días comiendo pasta.

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En realidad lo que se visita no es propiamente la ciudad griega, cuya acrópolis está ahora ocupada por la ciudad moderna. A las afueras de la ciudad, se levantó una zona sagrada donde con el paso del tiempo se fueron construyendo diferentes templos dedicados a otras tantas divinidades. Es lo que hoy se llama "El Valle de los Templos", y es la zona que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.

Este valle está en realidad enclavado en un sitio alto, una cresta, y los templos se disponen más o menos en línea a lo largo de dicha cresta. Al estar todos en línea, ocupando una cierta distancia, hay dos entradas al complejo, cada una en un extremo, y con su propio aparcamiento. El recinto abre todos los días del año, de 8:30 a 20:00. Para más información, podéis pinchar aquí en la web oficial del Valle de los Templos.

Nosotros entramos por la entrada Oeste, que la he señalado en el mapa de abajo con un círculo rojo. La otra entrada estaría en el otro extremo y no sale en el mapa, está aún más allá. Una vez que sacas el billete, vas caminando por un sendero muy agradable, señalado también en rojo en el plano.

Ese camino que digo, lo podéis ver en la foto de abajo a la izquierda. Entras en el recinto sagrado por lo que antiguamente sería una puerta en la muralla, y al llegar arriba, lo primero que te encuentras es el templo de los Dioscuros, que podéis ver en las otras fotos.

Uno podría pensar que menuda casualidad que el paso del tiempo haya derrumbado todo el templo menos precisamente una de las esquinas, que está perfecta. En realidad no es así, lo que podemos ver es una reconstrucción hecha en el siglo XIX con piezas originales que estaban allí tiradas.

Desde este extremo del recinto arqueológico, comenzamos a caminar hacia el este, y lo primero que encontramos son los restos del templo de Zeus Olímpico. Fue el mayor templo dórico construído nunca, aunque no fue acabado debido a la invasión cartaginesa de Agrigento. Hoy día solo quedan los cimientos y unas cuantas piedras desperdigadas por la zona.

Fue construido por el tirano Terón en 480 a. C., después de su victoria sobre los cartagineses en la Batalla de Hímera, a la gloria de los griegos vencedores de los bárbaros. Lo malo es que los cartagineses volvieron décadas después, en el 406 a.C., y esta vez lograron conquistar y saquear la ciudad, y el templo se quedó sin acabar.

Ese templo debió de ser magnífico, algunas de sus columnas estaban esculpidas con figuras de atlantes, enormes figuras humanas que sostenían el tejado del templo. Tenían rasgos cartagineses y simbolizaban a los bárbaros vencidos, reducidos a la esclavitud por los griegos, y obligados a sostener el tejado del templo por toda la eternidad. Aún quedan los restos de alguno, como podéis ver en las fotos de abajo.

En estas fotos os podéis hacer una idea de la mala calidad de la piedra arenisca con las que se construyeron estos templos, muy blanda y porosa, y que con el paso de los siglos se ha erosionado y degradado de una manera increíble. Mirad lo que la erosión ha hecho con esas hercúleas y formidables esculturas.

En esta foto, detrás del atlante tumbado podéis ver el casco urbano moderno de Agrigento, donde antiguamente estaba la acrópolis de la ciudad griega. De esa ciudad, no se ha conservado nada. Con el paso de los siglos la ciudad fue transformándose hasta perder todo vestigio de esa época. Seguramente la catedral esté levantada en el terreno que un día ocupó un templo como estos.

Esta ciudad de Agrigento, de normbre original Acragante o Akragas, fue fundada en el año 580 a.C. por colonos de Gela, que a su vez en su día fue fundada por colonos de Rodas. Sicilia fue un territorio muy deseado y querido por los griegos durante su edad de oro, y fundaron allí numerosas ciudades que prosperaron mucho. Tanto es así, que esta isla era llamada "Magna Grecia".

Akragas tuvo su período de máximo esplendor durante el reinado de Terón, entre los años 488 y 472 a.C. Quizá el hecho más importante en esos años fue la victoria (aliados con otra gran ciudad griega, Siracusa) frente a los cartagineses, la gran potencia militar del momento, en la batalla de Himera en el año 480 a.C. Eso detuvo a los cartagineses durante décadas.

Terón fue un gran gobernante, y también un gran atleta, ya que ganó la carrera de carros en los juegos olímpicos del año 476 a.C. Embelleció la ciudad con grandes monumentos, hasta el punto de que el poeta Píndaro escribió sobre ella: "Akragas, la más bella ciudad entre los mortales". Pero toda época de esplendor llega a su fin, y no iba a ser diferente para esta gran ciudad.

El punto de inflexión para Akragas llegó en el año 406 a.C que marca su destrucción parcial y su declive. En el año 409 los cartagineses de nuevo intentaron conquistar la ciudad, pero fueron de nuevo rechazados. Pero eran un pueblo persistente y cabezón, y volvieron con más fuerzas en el 406. La ciudad, ya agotada y con pocos recursos, no pudo resistir a la mayor potencia militar del momento, tuvo que capitular y sufrió el saqueo y destrucción. Esta fecha marca el final de la gloria de una ciudad magnífica.

Y continuando nuestro paseo, llegamos al templo de Hércules, el más antiguo de todos (sobre el año 500 a.C.), y mejor conservado que el de Zeus, ya que aún tiene algunas de sus columnas en pie (columnas que fueron levantadas en 1924 utilizando piedras originales que estaban tiradas allí mismo).

En la foto de arriba a la derecha, la "villa Aúrea", situada junto al templo de Hércules. Fue construída a principios del siglo XX, y fue la residencia personal de Alexander Hardcastle.

Fue un militar y mecenas británico que, tras visitar Sicilia en 1920, se enamoró de las ruinas de Agrigento, y usó su fortuna personal para financiar excavaciones y restauraciones de los templos griegos, especialmente el de Hércules. Vivió en esta villa hasta su ruina financiera tras la crisis de 1929.

Y por fin, el siguiente templo que nos encontramos en el paseo es el de la Concordia, el mejor conservado de todos, la gran estrella de este lugar. Se construyó en los años 440-430 a. C. y es uno de los templos griegos mejor conservados del mundo, junto con el Hefestión de Atenas, el de Segesta (también en Sicilia, podéis leer aquí el artículo sobre nuestra visita al templo de Segesta) y el templo de Poseidón en Paestum (podéis leer aquí el artículo sobre nuestra visita a los templos griegos de Paestum).

Y la razón de que este templo se haya conservado tan bien, como es habitual en los templos griegos y romanos, no es otra que el hecho de que en el año 597 fue transformado en iglesia por el obispo de Agrigento. Y tuvo este uso hasta el año 1748, que se le quitaron los añadidos y recuperó su imagen original, en una época en la que ya se empezaban a valorar los monumentos de la antiguedad clásica. La luz del atardecer le da un tono totalmente dorado al templo, que luce espectacular.

Arriba a la derecha, una foto de 1880, en la que se puede ver que por entonces, estaba exactamente igual que hoy día. Lamentablemente, a este templo no se puede entrar, está cerrado. En los de Paestum en cambio sí que se puede.

Después de contemplarlo y admirarlo desde fuera (qué remedio) seguimos el paseo hasta el siguiente y último templo, el de Juno. Este templo marca el otro extremo del recinto arqueológico, y es donde está la otra entrada. Después del de la Concordia, éste es el siguiente mejor conservado.

Este templo fue levantado entre los años 460 - 450 a.C. No duró mucho indemne, ya que fue incendiado en el año 406 a. C. por los cartagineses, y luego los romanos lo repararon en el siglo I a. C. Abajo a la derecha, una ilustración de como estaba en el año 1807, prácticamente igual que ahora.

En este templo, el final del recorrido, el sol ya estaba en pleno ocaso. Aprovechamos para hacer unas cuantas fotos mientras nos quedase algo de luz. Abajo a la izquierda, una imagen del templo de la Concordia visto desde aquí, siguiendo la línea de la cresta en la que se sitúan todos los templos.

Abajo a la izquierda, un detalle de los capiteles y alquitrabes del templo de Juno. Esta parte es original, pero se puede ver que hay un par de capiteles que han tenido que ser sustituídos, ya que como se puede ver en los otros, la calidad de la piedra es tan mala, que se han erosionado tanto que resultan casi irreconocibles.

La foto de la derecha es deshaciendo el camino, y llegando de nuevo al templo de la Concordia, ya en plena puesta de sol. La verdad es que es un momento fantástico para estar aquí, hacerlo coincidir con la puesta de sol. Aquí nos entretuvimos un rato, la belleza del momento era sublime, y como podéis ver en las fotos, no dejamos de intentar captar esa belleza con la cámara.

Abajo a la derecha, una vista del templo de la Concordia con el olivo de la paz en primer plano. Este árbol fue plantado el 28 de junio de 1997 por el Premio Nobel de la Paz Shimon Peres, en un acto simbólico por la paz en el mundo.

Frente al templo, como podéis ver abajo, hay una escultura de bronce contemporánea, del artista polaco Igor Mitoraj, llamada "Ícaro caído". Se instaló en el año 2011 como parte de una exposición temporal, pero debido al gran impacto visual y simbólico, se decidió mantenerla de forma permanente.

Y la verdad, es que queda muy bien, sobre todo con esa cálida luz del atardecer, y en un momento en el que nos quedamos prácticamente solos allí. Ícaro simboliza el exceso de ambición, el deseo de libertad, la tragedia de los límites humanos. Frente al Templo de la Concordia, sugiere una reflexión sobre la fragilidad del ser humano frente a la eternidad de la civilización. Resulta muy evocador, como podéis ver.

Y una vez que el sol se puso del todo, llegó el momento de dar por terminada la visita. Para ver este sitio bien, podéis calcular unas tres horas, aunque nosotros estuvimos algo más. Desandamos el camino hasta el coche, que había un paseo, y pusimos rumbo a la ciudad de Agrigento, que en realidad estaba a 5 minutos en coche.

Aparcamos en la parte alta de la ciudad, y dimos un paseo por la zona histórica, aunque ya era completamente de noche. Acabamos cenando en una pizzería en una plaza del centro histórico, donde cenamos muy bien.

Y desde aquí, vuelta al hotel a descansar. El día siguiente prometía ser muy intenso, con visita a las ruinas griegas de Selinunte por la mañana, las de Segesta por la tarde, y acabar el día en los toboganes acuáticos del hotel Citta del Mare, donde íbamos a alojarnos. Podéis leer aquí el artículo de nuestra visita a los templos de Selinunte.


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