
Tarragona
Fecha del viaje: Diciembre de 2024
Como parte de nuestro viaje por la provincia de Tarragona, habíamos dedicado la mañana a la visita del monasterio de Santes Creus, uno de los tres monasterios que forman la ruta del Císter en Tarragona. Aquí podéis leer el artículo de nuestra visita al monasterio de Santes Creus. Después de esta visita, pusimos rumbo a Tarragona, donde llegamos a la hora de comer (estaba a media hora de distancia).
Yo soy un gran aficionado a todo lo que tiene que ver con la civilización romana, y hacía tiempo que tenía muchas ganas de visitar Tarragona (antigua Tarraco), que como capital de la provincia Hispania Tarraconensis, tiene bastantes restos romanos muy interesantes que visitar. Debido a ellos fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.
Dos años atrás, ya habíamos visitado la otra gran ciudad romana de Hispania, Emérita Augusta, capital de la provincia de Lusitania. Aquí podéis leer el artículo sobre nuestra visita a Mérida.
Recomendaciones importantes
- Nosotros estuvimos una tarde recorriendo el casco histórico de Tarragona. Es poco tiempo, mucho mejor dedicarle un día completo. Con un día, o día y medio, sí que da para disfrutar relajadamente de los monumentos de la ciudad, sin prisas.
- Si no dispones de mucho tiempo, como era nuestro caso, los dos principales monumentos que no puedes perderte son el circo romano y la catedral. De hecho, el mejor mirador de la ciudad está en la azotea de la Torre del Pretorio, en el circo.
- El casco histórico donde se sitúan los monumentos romanos es un entramado de callejuelas y placitas agradable de pasear, y con terrazas ideales para descansar y tomar algo.
- No olvidéis que no solo hay restos romanos en el casco urbano de Tarragona, si no que en los alrededores, a unos pocos km de distancia, hay algunos monumentos verdaderamente únicos. A esa parte le dedicaremos nosotros el día siguiente.
Llegamos a Tarragona en nuestro coche, y lo primero fue aparcarlo lo más cerca posible del centro histórico. Fue bastante sencillo, ya que hay un parking subterráneo de pago estupendo en la misma via del Imperio Romano, a un paso de la puerta de la muralla. Una vez bien aparcado nuestro coche, salimos al exterior, y justo enfrente, sin andar ni tres pasos, ya tenemos una vista de la muralla romana, con la torre medieval de Tintoré adosada a ella. Esta torre tenía originalmente una función defensiva y es del siglo XIV.
Desde esa torre, situada justo enfrente de nuestro parking, apenas bajas un poco la calle, y llegas a la puerta de la muralla romana, que da acceso al interior del centro histórico. Esta puerta se llama "Portal del Roser", y el arco que permite el paso no es original romano, aunque la muralla sí. Este arco se abrió en el siglo XVIII por la necesidad de establecer una entrada a la ciudad en ese punto. Abajo podéis ver fotos tanto de esta entrada como de la torre de Tintoré.
Nada más entrar al interior del casco histórico nos encontraremos en la bonita plaza del Pallol. A la izquierda podremos ver un edificio medieval del siglo XIV, que está adosado en su parte baja a un tramo original de la muralla romana, como se puede ver en la foto de la izquierda.
A la derecha, en esa misma plaza, en el edificicio medieval de la Antigua Audiencia, se puede ver una maqueta enorme de la ciudad romana de Tarraco en su máximo esplendor. Además también proyectan un audiovisual explicativo. El precio son 5 euros, y podéis pinchar aquí para más información sobre horarios de la visita a la maqueta de Tarraco. Nosotros nos lo saltamos, porque se nos pasaba la hora de comer, e Inés estaba muerta de hambre.
Una vez que sales de la plaza del Pallol, si sigues esa calle recta, llegas en poco tiempo al circo romano. Esa zona son callejuelas que atraviesan el antiguo casco medieval de Tarragona, y es una zona agradable de pasear. Por suerte, encontramos un restaurante que nos gustó en esas calles, por que el hambre ya apretaba. Después de comer, seguimos nuestro rumbo, alejándonos de la plaza Pellol y acercándonos a la línea de costa, y enseguida llegamos al circo romano, el que quizá sea el monumento romano más emblemático de Tarragona.
El circo era en sus días de esplendor una estructura inmensa, adosada a la muralla que rodeaba la ciudad. De hecho, disponía de una torre (la torre del Pretorio), que fue convertida en castillo en época medieval, y es de lo más espectacular de la visita.
En la foto de abajo a la izquierda, en primer plano la Torre de las Monjas, así llamada por su cercanía al antiguo convento de las monjas Clarisas. Es una torre medieval construida probablemente entre los siglos XII y XIV sobre estructura romana. Al fondo, en esa foto, y luego ampliado en la foto de la derecha, se puede ver la Torre del Pretorio.
Esta torre, aunque no formaba parte del circo en origen, sí está físicamente adosada a la cavea del extremo oriental del circo. En origen era mucho más baja, y fue recrecida y modificada en la época medieval para convertirla en castillo, conociéndose entonces como "Castell del Rei". Fue residencia de reyes y nobles, y más tarde prisión militar durante siglos.
En la foto de abajo a la derecha de esta torre, sacada desde otro punto distinto al anterior, se puede ver mejor la gran diferencia entre los sillares ciclópeos originales romanos, y la obra medieval posterior, con las ventanas góticas que se abrieron en sus muros.
En la otra foto de abajo, a la izquierda, se puede ver la entrada al recinto del circo. Ojo, por que es el único sitio para entrar. Veréis salir gente por la Torre del Pretorio, pero eso es la salida del circuito, la entrada es junto a la Torre de las Monjas.
Si sólo pudiéseis hacer una visita a los monumentos de la ciudad, éste es el que yo personalmente elegiría (con perdón de la catedral, que también es fantástica). A mi me gustó mucho, por la gran cantidad de cosas que se ven, y eso que queda bien poco de lo que fue en su día. Hay que pensar que este circo, el mayor de Hispania, tenía unos 325 metros de largo y unos 100 metros de ancho, con capacidad para unos 25.000 espectadores. Fue construido en el siglo I d.C. en tiempos del emperador Domiciano. Se usaba especialmente para las espectaculares carreras de cuádrigas, como en la película de Ben-Hur.
A pesar de lo poco que queda, es lo suficiente como para poder hacerse una idea de su increible monumentalidad. En su día, ya habíamos visitado, en Turquía, las ruinas del que se considera el circo romano mejor conservado del mundo (bastante más pequeño que éste). Aquí podéis leer el artículo sobre nuestra visita a las ruinas de Afrodisias. Nada más entrar al recinto, está la taquilla, donde podemos comprar la entrada y empezar la visita.
Primero podemos subir por la escalera monumental que vemos abajo en la foto de la izquierda. Era una de las entradas originales a las gradas, en uno de sus extremos. Las gradas no se han conservado muy bien (foto de la derecha), pero es suficiente como para hacernos una idea. Como se puede ver en el dibujo que hay en el edificio de enfrente, lo que estamos observando desde aquí son las gradas de uno de los extremos del circo, que está pegado al recinto del foro, y la Torre del Pretorio sería en realidad un módulo de comunicación entre ese extremo del circo, y el foro, que estaría más elevado en el terreno.
Resulta increible subir por esas escaleras monumentales que dan acceso a las gradas y sentirse como un auténtico ciudadano romano, escuchando al fondo el griterío de la plebe. En esa escalinata, los primeros escalones son originales romanos, el resto son reconstruídos.
Una vez hemos bajado de las gradas, nos metemos por otro de los arcos monumentales que están junto a la taquilla, concretamente el que está a la derecha del de la escalinata de subida. Ese arco, a través de un túnel subterráneo, nos lleva hacia la Torre del Pretorio, como se puede ver en las fotos de abajo. De estos arcos, que había docenas a lo largo de toda la estructura, solo han sobrevivido los tres que están junto a las taquillas.
Una vez bajo la torre, continúa el túnel, que no es otra cosa más que el criptopórtico, es decir, un largo túnel de bóveda de hormigón a lo largo de todas las gradas del circo, que actúa como cimentación, y cuya finalidad es la de servir de soporte de dichas gradas, además de un sistema para la movilidad de personas a lo largo de la estructura, y servir de almacenamiento en las habitaciones que hay excavadas a lo largo del túnel. Abajo podéis ver fotos de esta enorme estructura.
En su día, las gradas del circo, de más de 300 metros de longitud, estaban justo encima de estos túneles. Hoy día esas gradas han desaparecido, y lo que hay encima son edificaciones más o menos modernas, que en algunos casos han aprovechado restos de bóvedas del circo como parte estructural del edificio. Esto lo explica increiblemente bien Isaac Moreno Gallo, un gran divulgador sobre ingeniería romana, en este vídeo sobre la ingeniería del circo romano de Tarragona.
Como decíamos, el criptopórtico recorría la grada en toda su longitud, aunque hoy se conserva sobre un tercio del total. Al llegar al final, volvemos sobre nuestros pasos, y subimos a la Torre del Pretorio. En una de las salas inferiores, que es totalmente romana, como puede verse por los sillares ciclópeos y erosionados por el paso del tiempo, está expuesto un bellísimo sarcófago de piedra, datado en el siglo III d.C. No es original de la torre, fue encontrado en 1948 en el mar, a 6 metros de profundidad, en la costa de Tarragona. Se llama el "Sarcófago de Hipólito" y tiene escenas en relieve sobre el mito de Hipólito, incluyendo a su padre Teseo y la muerte provocada por unos caballos enviados por Poseidón (fotos de abajo).
Y de aquí subimos por unas escaleras (hay ascensor también) a la azotea de la torre, desde donde tenemos las mejores vistas que se pueden encontrar en toda Tarragona. Hacia un lado tenemos la catedral, y hacia el otro, el mar y el anfiteatro (nuestro siguiente objetivo).
También hay espléndidas vistas hacia la parte de la grada del circo que habíamos visto antes, con la Torre de las Monjas (foto de abajo a la izquierda). Una vez hemos disfrutado un rato de este sitio espectacular, bajamos la escalera para salir a una especie de terraza (foto de abajo a la derecha) donde se acaba la visita y está la salida, justo al lado de la estatua del emperador Octavio Augusto.
Como habéis podido comprobar, esta visita da para mucho, y se ven muchas cosas. Sin duda, el yacimiento romano más completo de Tarragona. Para más información sobre horarios, precios, etc, podéis consultar aquí, en la web oficial del circo romano de Tarragona.
Y desde aquí fuimos dando un paseo hasta el anfiteatro, que estaba como a diez minutos de distancia. Hay que cruzar una avenida, y entramos en un parque público a través del cual llegamos hasta el anfiteatro. Ya no faltaba mucho para que cerrasen.
La verdad es que, después de ver el circo, me esperaba más del anfiteatro. Se nota que ha sido usado como cantera de una forma intensiva durante siglos. Aquí era donde se celebraban los espectáculos de luchas de gladiadores, y no solo eso. En el año 259, en el marco de las persecuciones contra los cristianos en época del emperador Valeriano, fueron quemados vivos en la arena del anfiteatro el obispo de la ciudad, Fructuoso y sus diáconos, Augurio y Eulogio.
Ese hecho marcó en cierta manera su futuro, ya que tiempo después, en el siglo VI, se construyó en el centro de la arena una basílica visigoda para conmemorar el martirio de esos cristianos (con materiales del propio anfiteatro, por supuesto). Esa basílica fue destruída durante la invasión musulmana, y tiempo después, en el siglo XII, sobre sus cimientos se construyó una iglesia románica, Santa María del Milagro.
Esa iglesia resultó dañada durante un bombardeo británico en la guerra de la Independencia contra los franceses, en 1813, y en 1915 se decidió demolerla en gran parte para dejar el anfiteatro lo más parecido posible a su forma original. Decisión que, desde luego, me parece muy discutible. Lo que queda, puede visitarse, y es lo que se ve en parte de las fotos de abajo.
Una vez visto el anfiteatro, desandamos el camino para volver al centro de la ciudad. Nuestra siguiente, y ya última parada del día, era la catedral. De camino, pasamos por una bonita plaza donde quedaban unos restos muy evocadores del foro provincial, como puede verse en la foto de abajo a la derecha.
Y en unos minutos llegamos a la catedral, que tiene una fachada principal monumental sobre una amplia escalinata. Me recordó mucho a la catedral de Gerona. Como suele ser habitual, en este mismo lugar hubo primero un templo romano dedicado al emperador Augusto. Después, los visigodos construyeron una iglesia, que fue demolida por los musulmanes, que construyeron una mezquita. Después de la reconquista, la mezquita fue demolida y en su lugar se erigió esta catedral gótica en el siglo XIII. Mira que podían haber respetado los edificios anteriores e ir construyendo cada uno un poco más allá... pero no, había que destrozar lo anterior.
La luz del atardecer resaltaba la fachada en un tono dorado intenso, especialmente el gigantesco rosetón tallado en piedra, de unos 11 metros de diámetro, uno de los más grandes del mundo. Una auténtica obra de arte. Como ya quedaba poco tiempo de luz (era Diciembre) aprovechamos para estar un rato por allí, haciendo fotos, antes de entrar a visitar la catedral por dentro.
Como casi todas las catedrales actualmente, la entrada no es gratuita, cuesta 12 euros. Para más información sobre horarios y precios, podéis verlo aquí en la web oficial de la catedral de Tarragona. Es un poco cara, pero merece la pena, es muy amplia por dentro y hay mucho que ver.
Dentro de la Catedral de Tarragona, en el presbiterio (lado derecho), se encuentra un elegante sepulcro de mármol que pertenece a Juan de Aragón y Anjou, también conocido como Infante de Aragón, arzobispo de Tarragona y primado, hijo de Jaime II de Aragón y Blanca de Nápoles.
Una zona espectacular es el claustro, de estilo románico tardío y gótico, construído entre los siglos XII y XIII. En el centro hay una fuente de origen medieval con tortugas que viven allí. Eso le gustó mucho a Inés.
Desde el claustro hay una vista bellísima de la catedral, especialmente con la luz del atardecer, cuando la piedra caliza de la que está hecha va tomando tonalidades cálidas hasta llegar incluso a un tono rosáceo.
Cuando salimos de la catedral ya era prácticamente de noche, así que dimos por terminada la visita a esta gran ciudad, que se nos quedó un poco corta. Nos faltó tiempo para ver alguno de los monumentos romanos menores que hay en el casco urbano de Tarragona, como el teatro (aunque prácticamente no queda nada de él), el paseo arqueológico alrededor de la muralla, el arco de Bará o la torre de los escipiones (estos últimos fuera de la ciudad).
Fuimos dando un paseo hasta el cercano aparcamiento donde teníamos el coche, y nos dirigimos hasta la localidad costera de Altafulla, a 15 minutos de distancia, donde teníamos nuestro alojamiento, un apartamento al lado de la playa. Al día siguiente continuaríamos visitando un par de monumentos romanos más. Podéis leer aquí el relato de nuestra visita a el mausoleo de Centcelles y el acueducto de Las Ferreras.
Volver a Inicio