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Cascada Hengifoss y baños Vök Baths


Fecha del viaje: Julio de 2022

Podéis leer aquí el artículo de nuestro cuarto día en Islandia, visitando las lagunas glaciares Jökulsárlón y Fjallsárlón, con paseo en barco por la primera de ellas. Acabamos el día en la playa de los diamantes.


Recomendaciones importantes

  • Para llegar hasta Egilsstaðir, mejor la carretera de grava número 95 que seguir por la Ring road. Es mucho más paisajística, sube un pequeño puerto de montaña con muy buenas vistas, y es accesible con cualquier tipo de vehículo.
  • En Egilsstaðir, junto a la gasolinera hay una hamburguesería donde se come muy bien, nos gustó mucho ese sitio.
  • Justo donde empieza la caminata para subir a la cascada de Hengifoss, hay un chiringuito con muy buena pinta. Nosotros acabábamos de comer en Egilsstaðir y por eso no tomamos nada.
  • Después de la caminata a la cascada, el complemento ideal es relajarse en los Vök baths, una maravilla de sitio muy cerca de la cascada y Egilsstaðir.

Día 5

Empezamos el día con un buen desayuno en nuestra cabaña, como siempre. Ese día había empezado con un tiempo aceptablemente bueno, con el cielo un tanto cubierto, pero sin lluvias. Lo suficientemente bueno, como para que se viera bien el glaciar que teníamos detrás de nuestra cabaña, como se puede ver en las fotos de abajo. Realmente, parece que estamos en el fin del mundo. No creo que exista una cama elástica mejor situada en ninguna otra parte.

Desde aquí cogimos la Ring road, la carretera que veníamos siguiendo y que circunvala toda la isla (nuestra cabaña estaba justo al lado). Como es habitual en Islandia, rápido pasamos junto a una finca de caballos, así que hacemos una parada junto a la carretera. A Inés le encanta darles de comer, y en cuanto te acercas a la valla, ellos se acercan también, son realmente amigables.

Una cosa curiosa, es que compramos zanahorias para los caballos, pero debe ser que no están acostumbrados, y apenas las comen. Lo que en realidad les gusta es que cojas un buen matojo de esa hierba verde radiactiva y se la des, se lo comen con auténtica gula.

Al poco tiempo llegamos a la ciudad costera de Hofn, que atravesamos, con intención de parar si nos gustaba. No vimos nada que nos llamara la atención, Hofn no parece tener nada especial, así que continuamos viaje observándola desde el coche, sin llegar a parar.

A partir de aquí, el paisaje es muy bonito, ya que la carretera va casi todo el tiempo totalmente pegada a la costa, con unas vistas muy amplias del mar y los acantilados que atravesamos.

La verdad, es que estariamos parando a cada km. Todo tiene unos colores increíbles, muy intensos. Por fin, hicimos una parada breve en una especie de mirador que era más bien un pequeño ensanche de la carretera (abajo a la derecha). Hay tan poco tráfico, que en realidad puedes parar donde quieras.

Después de esa breve parada para tirar una foto, seguimos un poco más, y vimos desde el coche una playa espectacular de arena negra, y completamente vacía. No estaba previsto, pero inmediatamente decidimos parar allí para bajar a la playa y disfrutar un poco de esa belleza, y esa soledad. Es la belleza del fin del mundo, un fin del mundo misterioso y frio, pero amigable al fin y al cabo.

Nos gustó mucho esa playa solitaria, con ese monolito en medio que nos recordaba al de la película "2001, Una odisea del espacio". El ambiente era tan misterioso, que perfectamente podría ser el lugar elegido por una civilización extraterrestre para plantarlo allí.

Bajamos fácilmente el terraplén hasta llegar a la misma playa. El agua daba la impresión de estar realmente fria, y de ser un mar profundo y oscuro, que como caigas en él, ya es imposible salir.

Y en un rato más de conducción, llegamos a un punto importante. Veremos un desvío a la izquierda marcado como carretera "95" con dirección a Egilsstaðir, que es nuestro destino. También podemos seguir rectos por la Ring road, que lleva directamente al mismo pueblo.

Si vamos por la carretera 95, son diez km menos, y se tarda más o menos lo mismo que por la otra (sobre una hora y diez minutos). La diferencia es que, mientras la Ring road está asfaltada, la carretera 95 es de grava, aunque válida para cualquier turismo, no es necesario un 4x4 para ir por ella.

Nosotros, que llevábamos un coche normal y corriente, fuimos sin dudar por la 95, ya que el paisaje es mucho más espectacular. No tengáis miedo a meteros por allí, ya os digo que la pista se puede recorrer perfectamente con un coche normal. Esa pista remonta un pequeño puerto de montaña, y nuestro destino, Egilsstaðir, está en la bajada hacia el otro lado.

Arriba a la derecha, vista amplia de la zona desde la que veníamos, en lo alto del puerto. A partir de ahí, la pista entra en una especie de meseta antes de emprender la bajada. Una vez en Egilsstaðir, vemos que se trata de un pueblo animado, aunque pequeño. Hay gasolinera en la entrada y, junto a ella, una magnífica hamburguesería donde comimos muy bien (83 euros en total por los tres).

Ya con los estómagos llenos, era el momento de emprender la gran excursión del día, que no era otra que ir a ver la cascada Hengifoss, la más alta de toda Islandia de las que son, digamos, "accesibles".

En realidad, ésta fue la cascada más alta del pais, con 122 metros de altura, hasta el año 2007, en el que se descubrió la cascada Morsárfos debido al retroceso del glaciar, que dejó al descubierto el acantilado por el que cae la cascada. Esta nueva cascada mide 228 metros, y no es fácilmente accesible, ni siquiera caminando, ya que está en pleno glaciar, en el Parque Nacional Vatnajökull, al sur del glaciar Morsárjökull, que a su vez es una lengua del glaciar más grande de Europa, el Vatnajökull.

De todos modos, la Hengifoss, aún siendo una de las más espectaculares del pais, es poco visitada, quizá por que la mayoría de las famosas están junto a la Ring road y se puede llegar en coche hasta su misma ubicación. En este caso es distinto, hay que hacer un pequeño desvío de la ruta en coche, y además una pequeña caminata de unos 2,5 km (y otro tanto de vuelta) cuesta arriba.

Ese desvío supone hacer 35 km en coche desde Egilsstaðir, a los que hay que sumar otro tanto de vuelta. Egilsstaðir está en el extremo de un lago muy estrecho y alargado, y tenemos que seguir la carretera por su orilla hasta casi al final, hacia el otro extremo. No tiene pérdida. Llega un momento en que el lago se estrecha tanto que hay un puente que lo cruza de un lado a otro, ahí veremos el aparcamiento desde donde empieza el camino a la cascada. Hay también un pequeño chiringuito, que puede venir muy bien para tomar algo de beber.

En la foto de arriba a la izquierda, se puede ver el comienzo de la ruta, bajo esa puerta metálica. Si ampliáis la foto, en el extremo superior, al borde del acantilado, se llega a ver la caída de agua de la cascada, que es hasta donde tenemos que llegar (pero a su parte inferior, no a la superior).

En la foto de la derecha, se puede ver la pendiente del camino, y al fondo el lago que os comentaba, con el puente que lo cruza. El camino, como podéis ver, no tiene pérdida. En otro lago cercano hay unos baños termales maravillosos, que serán nuestra recompensa luego, después de este esfuerzo.

Abajo, durante el camino de subida hay varios sitios de descanso con bancos y paneles.

En las fotos de abajo, antes de llegar a nuestro objetivo pasaremos por otra cascada más pequeña, pero muy fotogénica, donde veremos formaciones basálticas en forma de tubos formados al enfriarse la lava lentamente.

La primera mitad del camino es sin duda la más dura, la que tiene más pendiente, luego llega un momento en que el sendero empieza a llanear con una pendiente más suave, y además empezamos a tener la cascada a la vista, como se ve en las fotos de abajo, lo cual aumenta mucho la moral.

Hasta que por fin llegamos al pie de la cascada, y la podemos contemplar en todo su esplendor. No es muy caudalosa, pero su gran altura, y los diferentes tonos de color del acantilado por el que cae, hacen que sea espectacular.

Llega un momento en que ya se tiene una buena panorámica de la cascada, y el sendero desaparece. Intentamos acercarnos un poco más, pero el camino es una sucesión de rocas, muy incómodo para avanzar, así que después de un rato, decidimos dar la vuelta, más o menos donde se ve en las fotos de abajo.

Y emprendimos el camino de vuelta. Inés iba muy contenta por dos razones: Una, que ahora era todo cuesta abajo. Y la más importante, que nuestra siguiente parada iba a ser en unos maravillosos baños termales, muy cerca de allí, los Vök Baths, nuestra primera experiencia termal en Islandia.

Para llegar a esos baños, hay que volver hasta Egilsstaðir, y al llegar al puente que cruza el lago hacia la población, girar en dirección contraria, a la izquierda. En un par de km llegaremos hasta un pequeño lago, a la orilla del cual están estos baños. Dejamos el coche en el aparcamiento al aire libre, y caminamos hacia su entrada, completamente integrada en el paisaje, como podéis ver en la foto de abajo.

Abajo, fotos ya en los baños. Son una auténtica maravilla. Tienen dos piscinas que están flotando sobre el lago, como podéis ver. En ellas, el agua está a unos magníficos 39 grados. También puedes bañarte en el lago, donde la temperatura baja a unos 16 grados.

A parte de las dos piscinas flotantes, hay una piscina más en tierra firme (también a 39 grados) de mayor tamaño, junto al edificio de los baños. Es un sitio maravilloso, y poco turístico, la inmensa mayoría de la gente aquí son islandeses.

Además tienen bar, y aunque resultó caro, no pude evitar tomarme una buena pinta de cerveza en tan fantástico lugar. Los baños tampoco son baratos, pagamos 88 euros por los tres. Para más información, podéis pinchar aquí, en la web de Vök baths.

Abajo, unas bonitas fotos entre dos aguas separadas por una mampara de cristal. Unas están a 39 grados, y las otras a no más de 16.

Inés, que es muy intrépida, tuvo el valor de meterse en las aguas del lago. Yo también lo hice, y la verdad es que aguanté diez segundos allí. Nada más meterte, tu cuerpo sigue con los 39 grados de las piscinas, pero en apenas dos segundos notas como el frio empieza a invadir tu cuerpo, y enseguida tienes que salir.

Fue una experiencia memorable. Después de una hora y media aproximadamente, tuvimos que dejar ese paraiso para llegar a Seydisfjordur, el lugar donde íbamos a pasar la noche.

Seydisfjordur es un bonito pueblo, de los más bonitos de Islandia, situado en el extremo de un largo fiordo. No estábamos lejos, apenas a 32 km, pero por una carretera de montaña con bastantes curvas. Lo malo fue que el cielo se cubrió y cayó una buena tromba de agua, por lo cual tuvimos que ir bastante despacio. Aquí en Islandia, el clima puede cambiar totalmente en muy poco tiempo.

Esta vez no nos alojábamos en una cabaña, sino en un hotel-albergue situado en un edificio muy chulo que fue un antiguo hospital. Fue fácil de encontrar, porque el pueblo es pequeño.

Una vez instalados, salimos a dar una vuelta y buscar un sitio para cenar. Hacía tanto frio, que dejamos el paseo para el día siguiente, y nos metimos en uno de los pocos restaurantes que vimos abiertos, donde cenamos muy bien. Además, uno de los camareros era español, y nos recomendó un plato de bacalao que nos gustó mucho (precio total de la cena, 73 euros, muy barata). También nos recomendó un fantástico sitio para desayunar al día siguiente.

Al día siguiente dejábamos el sur de Islandia para encaminarnos al norte, donde empezaría la segunda parte de este increíble viaje. Nos esperaba un intenso día en el que visitaríamos la zona volcánica Hverir, el cráter Viti y los baños Myvatn. Podéis leer aquí el artículo de nuestro sexto día en Islandia.


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